Cuando el apellido es una maldición

Hijos de nazis

Por Tania Crasnianski
El Ateneo. 240 páginas

Los descendientes de los nazis cargan con la pesada carga que les dejaron sus padres. Sus apellidos son sinónimo de muerte y deben vivir por el resto de la eternidad con ese estigma. Aun cuando fueran pequeños y desconocieran la obra de sus progenitores, se espera que fustiguen a sus mayores. Poco importa si fueron buenos padres o no.

En realidad se presume que no debieron haberlo sido por su condición de jerarcas del Tercer Reich...Hijos de nazis, el libro de Tania Crasnianski, se interna en la relación de los vástagos con los esbirros de Adolf Hitler para medir el repudio que causó en la familia el peso de las acciones de sus procreadores, ya sea que las hayan conocido de primera mano o en forma indirecta.

En otra vuelta de tuerca del eterno repaso a la Segunda Guerra Mundial, Crasnianski acomete una tarea que hace 26 años emprendió Gerald Posner en Los hijos de Hitler. En aquella obra, el autor había entrevistado a los descendientes de los jerarcas, ahora la escritora francesa con raíces rusas y alemanas se vale del diálogo con alguno de ellos y recurre a un exhaustivo repaso por los archivos para narrar la vida de los nazis y sus familias.

"Durante la guerra, eran hijos de héroes, y después de la guerra, se convirtieron en hijos de verdugos", postula la autora. Martin Adolf Bormann, hijo del secretario privado del Führer, brinda en Hijos de nazis una síntesis casi perfecta respecto de qué significa ser quienes son: "(Los hijos) cargan con el peso psíquico del dolor y la vergüenza, pero no con la responsabilidad".

Lo cierto es que, como explica Cranianski a modo de conclusión, "el único denominador común (entre ellos) es la imposibilidad de ignorar la historia familiar, que constituye un duro legado".