Siete días de política

La CGT hace política porque los políticos del PJ no aparecen

Amenaza con un paro a largo plazo y una marcha para los medios. Ocupa el lugar que dejó libre una dirigencia peronista dividida y sin candidatos. La indagatoria de CFK se suma a la campaña.

La economía sigue a media máquina, el oficialismo no tiene candidatos, pero el presidente Mauricio Macri cree que ganará las próximas legislativas. Así se lo trasmitió a los radicales que fueron a visitarlo a Olivos la semana pasada para analizar la marcha del gobierno y las expectativas electorales.

¿A qué atribuir el optimismo? A la falta de una oposición competitiva. Su último adversario en las urnas, Daniel Scioli, ya anticipó que no será candidato. Habrá que esperar hasta marzo para saber si lo será Sergio Massa, "esperanza blanca" del peronismo que bajó 10 puntos en las encuestas cuantitativas después de su alianza con Máximo Kirchner en el Congreso por la reforma del impuesto a las ganancias.

En las cualitativas, en tanto, su figura se desdibujó. La mayoría de los consultados no saben si es oficialista u opositor, ni entienden su conducta oportunista. Como consecuencia de esta situación su alianza con Margarita Stolbizer también quedó "stand by".

El panorama fuera de la provincia de Buenos Aires no es mejor para el PJ. Con escasas excepciones las provincias que gobierna están obligadas a mantener una relación no conflictiva con la Casa Rosada. Esto quedó comprobado una vez más con el acuerdo cerrado entre 19 estados provinciales y el gobierno nacional por las paritarias docentes.

En su lucha contra la inflación Macri resolvió no convocar a paritarias nacionales que suelen convertirse en piso obligatorio y empujar los salarios hacia arriba. Los gremios lo enfrentaron, pero las provincias peronistas resolvieron apoyarlo a cambio de ayuda financiera. Solo cuatro se opusieron: San Luis, La Pampa, Chubut y Formosa. Ninguna representa un riesgo electoral para el oficialismo.

Con el peronismo político desaparecido la CGT dio un paso al frente anunciando el ya tradicional "plan de lucha". El actual consiste en una marcha el 7 de marzo. Es por la política salarial y los despidos en el sector privado. De no llegarse a una solución prometió un paro para fines de marzo y la primera quincena de abril, es decir, dentro de dos meses. Para esa fecha, como señaló acertadamente el PO, todos los obreros prescindibles estarán en la calle.

Los sindicalistas fundaron el plan de lucha en el incumplimiento por parte de los empresarios de un acuerdo para evitar despidos; al gobierno lo acusaron de "apatía" frente a esta situación. El gobierno se defendió explicando que si bien en el primer semestre del año pasado se perdieron 130 mil puestos de trabajo, entre agosto y noviembre se recuperaron 62 mil y desde ese momento hasta a ahora a razón de unos 20 mil por mes.

No hay forma de frenar los pedidos mediante acuerdos sectoriales o decretos. La única forma efectiva es aumentando la actividad económica. En 2002 Eduardo Duhalde hizo aprobar al Congreso una ley para duplicar las indemnizaciones, pero los despidos se incrementaron. La tendencia se revirtió sólo cuando el aparato productivo comenzó a recuperarse.

No sólo el gobierno se defendió de las acusaciones cegetistas. También los empresarios industriales lo hicieron, alegando que en 2016 se habían perdido 35 mil puestos en el sector. Por la crisis brasileña las fábricas trabajan al 60% de su capacidad. Pero recordaron que en la crisis de 2008 se habían perdido 70 mil sin que la CGT reaccionara como lo hace ahora.

Para Macri hay "intereses políticos" en la embestida de la CGT y no es difícil coincidir en el diagnóstico. Los integrantes de la central obrera están en distintas veredas, porque muchos recibieron beneficios del gobierno para la obras sociales o por la rebaja del impuesto a las ganancias, pero otros quieren salir a la calle y la marcha es la única forma de que no se rompa el frente sindical.

En síntesis, la "columna vertebral" toma el control del peronismo en momentos en el que la "rama" política está desarticulada y sin estrategia. Sólo el kirchnerismo da batalla por los medios, pero con poco éxito.

Hasta algunos ultra K muestran ya signos de desaliento por la dispersión del peronismo y el aislamiento de la ex presidenta Cristina Fernández. Desde Río Gallegos se limita a dar instrucciones a un círculo cada vez menor de miembros de la Cámpora y ex funcionarios ignorando al resto de la tropa. Se le viene, además, la indagatoria por lavado de dinero que es clave en la trama de la corrupción y que ocupará lugar preferente en los medios durante una campaña que se le presenta complicada.