Artesano entre mandarines rojos

La primera novela publicada en español de Ge Fei (nombre artístico del profesor Liu Yong) es un producto magnífico, en efecto. Hace crítica social, aunque no embiste abiertamente contra el régimen de los mandarines rojos (el mismo truco que Leonardo Padura con el castrismo).

 

"Somos gente pobre y no hay de qué avergonzarse: lo que debería avergonzarnos es imitar la manera de los ricos".
 Ge Fei

En Lejano Oriente, como todo el mundo sabe, funciona una de las más eficaces (y odiosas) maquinarias de censura de la Tierra. Debe ser horrible escribir, componer o pintar con miedo a irritar al ubicuo Partido Comunista Chino. Pero la Historia ha demostrado que el genio artístico siempre se las ingenia para soslayar a la represión política o religiosa. La Inquisición, por citar dos nombres célebres, no pudo con Góngora y Quevedo. He aquí otro caso.

La primera novela publicada en español de Ge Fei (nombre artístico del profesor Liu Yong) es un producto magnífico, en efecto. Hace crítica social, aunque no embiste abiertamente contra el régimen de los mandarines rojos (el mismo truco que Leonardo Padura con el castrismo). Al fin y al cabo, como Borges nos enseñaba, los procedimientos oblicuos son siempre más eficaces.

El invisible (Adriana Hidalgo Editora, 166 páginas) es un audiófilo, un simple artesano. Un hombre de 48 años sin un cobre en el banco que está punto de quedar en la calle por culpa de la hermana y de su cuñado. Arrastra una decepción amorosa y sufre la traición de un amigo de la infancia. Se dedica a fabricar amplificadores valvulares: "En Pekín los que vivimos de este negocio no seremos más de veinte personas. Debe ser una de las profesiones más insignificantes de la China actual", explica en el capítulo dos. 

La novela está narrada en primera persona con pinceladas de lo que los críticos llaman técnicas de complicidad, como si el autor le contara su historia a un amigo al calor de una lumbre con un vaso de vino en la mano.

ESCEPTICO

La erótica de la obra deviene de su "humilde punto de vista". Nuestro héroe cansado habla desde las dos atalayas más estimulantes: el escepticismo y el cinismo. Le sobra aquello que los filósofos llaman el sano entendimiento humano. Al parecer en la China actual (como en la Argentina), no es fácil encontrar una persona honesta y de buen corazón. Escuchemos su voz de nuevo: "Mi experiencia de tratar con profesores universitarios me había enseñado que todas las personas con cierto saber tenían una facilidad increíble para hacerte sentir una basura".

El pobre diablo no sólo vapulea con su desdén a los intelectuales, sino también a esos tipos forrados de dinero y absolutamente vacíos, así como a los seres humanos que tienen un pésimo gusto musical. El volumen, por lo demás, es una suerte de exquisito catálogo de música clásica.

Los dos núcleos incandescentes del libro, -avaro en páginas pero rica en ideas y acontecimientos- son el inminente desalojo y la venta del "mejor equipo de música del mundo" a un magnate siniestro.

En el medio, nos encontramos con la impotencia del técnico de hi-fi para volver a enamorarse y con "esquirlas preciosas del pasado" que "como un eco de voces apagadas hace mucho, remueven la lenta memoria". Cómo no identificarse, hombres y mujeres maduros de todos los países, con esta reflexión que llega desde el Imperio Celeste: "Cuando esa sensación de soledad tan peculiar te oprime el corazón, es posible sentir el paso devastador del tiempo y temer que tu momento ya pasó, que has malgastado lo mejor de tu vida". Ni Graham Greene, pudo decirlo mejor.

Otro agrado es Ge Fei que no hace concesiones al pintoresquismo. La mayoría de las referencias culturales son occidentales. La China profunda aparece aquí y allá, pero nunca como una excursión para turistas frívolos, sino como un delicado telón de fondo con tonos suaves.

En el primer plano del cuadro está la complejidad de las relaciones humanas, los lazos familiares (esa fina capa de hielo) el sentido de vida, las penurias para ganarse el pan. Es por tanto una muy agradable lectura universal y trascendente.