Argentina consiguió la tan ansiada Copa Davis y una presea plateada en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro

El año de ensueño del tenis nacional

Pese al gran logro conjunto y haber roto la maldición de cinco finales perdidas en busca de la ensaladera de Plata, hay que destacar por encima de todo la temporada y el nivel de Juan Martín del Potro, quien volvió con una sola meta: ser el mejor de todos. Y lo mejor de todo es que puede lograrlo.

Me parece acorde dejarlo en claro. El año de Juan Martín del Potro o la Copa Davis ¿Con cuál de esos temas abrir la página? Esa era la cuestión, escribiría la pluma de Shakespeare. Obviamente la decisión, a priori, genere disconformidad, y se piense que el torneo obtenido después de una vida buscándolo sea lo más importante que pasó en 2016. Y se ganó en equipo, como se debe, como siempre se pidió. Pero aunque cueste reconocerlo, el que Argentina ahora aparezca como uno de los dueños de la Ensaladera de Plata es sólo una consecuencia del nivel que mostró la Torre de Tandil, de su ciclópea tarea en la semifinal y final y de un crecimiento que parece no tener explicación si uno analiza el pasado o lo ve desde un punto de vista lógico.

Delpo se operó más veces de las muñecas de las que debería un jugador de tenis con mala suerte y hasta de una persona normal, sea cual sea su trabajo. Todo parecía acabado. Aquel tandilense que se levantó con el pie derecho un 15 de septiembre de 2009 y venció a un Roger Federer descomunal para alzarse con el trofeo del US Open y que en 2010 llegó a ser Nº4 del mundo, eran sólo un viejo recuerdo de los buenos tiempos de Del Potro. Del último gran tenista argentina que pudo haber sido un crack, pero no llegó a demostrarlo por sus problemas físicos.

Años pasaron en los que apenas jugaba un puñado de torneos y cada vez se especulaba más con la fecha en que finalmente diría basta y decidiría dejar el tenis.
Pero no. Ahí está la diferencia, esa perverancia es la que lo mantuvo siempre vivo y con fe. Seguramente barajó incontables noches el dejar su estilo de vida y dedicarse a otra cosa, pero claramente su amor por el deporte fue mayor y lo llevó a escribir una de las mayores proezas de la historia del tenis.

En enero pasado, Delpo comenzó el año como el 1042 del ranking mundial y terminó 38. O sea, subió 1004 puestos, un jugador que venía de no jugar y estaba muy cerca del retiro. ¿Por qué pasó esto? Imposible tener la verdadera respuesta de esta pregunta, pero la única que parece tener lógico, sobre todo al verlo en su esplendor en una cancha, es que es diferente.

La Torre de Tandil nació tocado por la varita, como se suele decir. Pertenece a los privilegiados que están por encima de un buen jugador de tenis, es crack, es un genio del tenis y en épocas de Roger Federer, Rafael Nadal (pese a la clara curva descendente de estos dos), Novak Djokovic y Andy Murray, no es una locura decir que puede ser tranquilamente Nº 1 del mundo.

Comenzó 2016 de a poco, regulando su calendario para no sobrecargar su cuerpo, más precisamente su muñeca. Pero eso nunca ocurrió. Fue agarrando ritmo y cada vez venciendo rivales más y más fuertes. Top tens fueron quedando en el camino y a mitad de año, tuvo su prueba de fuego en la que no sólo salió ileso, sino dejando una imagen tan admirable que provocó el temor y respeto de cada jugador que se topó con él en el segundo semestre.

Esa prueba fueron los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Parecía que su estancia en la costera ciudad brasileña iba a ser más que breve. Es que en el sorteo, el destino le deparó toparse con el entonces Nº1 del mundo, Djokovic. Pero a Delpo no le importó lo difícil de la tarea, que lo dieran por muerto antes de entrar a la cancha y en un partido épico se deshizo de un Nole impecable, al que sólo le restó aplaudir el nivel del argentino.

Delpo fue avanzando y avanzando hasta llegar a la semifinal donde volvería a vérsela díficil. Nadal era el escollo, pero nuevamente sacaría ese talento que tenía escondido desde hace seis años y superó al mallorquín. En la final no le dio el resto y pese a hacerle frente a Murray, debió conformarse con la medalla de plata. A quién le importa. Lo que había hecho no era normal, era digno de un atleta diferente y él lo sabía, por eso como a todo el pueblo argentino, la plata le supo a oro.

A partir de ahí su nombre volvió a las primeras planas del tenis mundial y nunca más un rival lo miró de la misma forma, será por eso que el 23 de octubre, después de casi tres años sin conocer la gloria, se alzó con el trofeo del ATP de Estocolmo. Delpo estaba de vuelta, él lo sabía, el pueblo también y sus rivales no eran la excepción.

LA CUENTA PENDIENTE
Entonado de esa manera, fue el arma letal de Daniel Orsanic. El nuevo capitán del equipo nacional de Copa Davis tuvo una meta desde el comienzo: formar un equipo, valga la redundancia. Una tarea que no parecía sensilla dada la historia de Argentina en los últimos años del tradicional certamen.

Variando, rotando y probando, esa fue la fórmula de Orsanic, quien le dio lugar a tenistas que solían ser relegados y priorizó siempre el presente que estaba viviendo cada jugador. Hizo esto al punto que luego de vencer a Polonia (con Leonardo Mayer como el gran héroe), de visitante, como cada una de las series que jugó Argentina el año pasado, llamó a Del Potro para el duelo frente a Italia. Pero olvidándose de lo que pedía la prensa y lo que parecía lógico, apenas lo dejó jugar el dobles junto a Guido Pella, el cual ganó. Sin embargo, Federico Delbonis fue quien consiguió un punto el primer día y el quinto para meterse en semifinal.

Luego, ante Gran Bretaña, Orsanic volvió a llamar a Del Potro, pero esta vez como arma principal, porque era el que ya había demostrado en los JJ.OO. Se la jugó y en el debut lo mandó a vérselas con Murray, a quien increíblemente lo venció, aunque luego perdió el dobles, por lo que quien sentenció la gran hazaña argentina y el pase a la final fue Mayer, que en el quinto punto volvió a demostrar su estirpe copera.
Y así llegó la final ante Croacia, que llamó a Karlovic, quien estaba peleado con la federación, para tratar de asegurarse su triunfo. Pese al momento de Delpo, el resto de los argentinos no estaban terminando muy bien el año y los europeos eran los favoritos.

Pero si algo le importó poco a este conjunto fue la lógica. Con un Del Potro descomunal y un Delbonis impecable, Argentina sentenció la serie 3-2 y destrozó la maldición de cinco finales perdidas, abriendo la puerta del salón de la fama a un país que había demostrado más que mérito para estar ahí, entre los mejores de la historia.

Tal vez no sea el equipo más recordado, el de mejor calidad, el que generó mayor expectativa, pero sí fue el más equipo, propiamente dicho, y con eso sólo, más, obviamente, grandes actuaciones individuales, y la gran vuelta de Del Potro, le sobró para ser los mejores del mundo. Por un 2017 mejor, en el que la mochila será mucho más liviana.