Siete días de política

Tras la aventura de Massa con los "K" Macri elude el Congreso

Después de aliarse con el kirchnerismo para derrotar a Macri el diputado bonaerense quiso volver a una posición negociadora, pero el gobierno prefirió buscar un acuerdo extraparlamentario

Dos factores suelen combinarse para complicar la gestión del gobierno: su desconfianza de la burocracia política y el estado líquido en que se encuentra el peronismo. Ambos convergieron para transformar en un berenjenal la reforma del impuesto a las ganancias con que se cierra el año parlamentario.

Uno de los actores principales de esta penosa comedia de enredos fue Sergio Massa. Fue, porque rápidamente se convirtió en actor de reparto. Nadie está seguro de por qué resolvió dar un salto mortal y aliarse con Máximo Kirchner y Axel Kicillof. Lo que sí se sabe, en cambio, es que intentó volver sobre sus pasos y negociar una salida con el gobierno que ya no le atiende el teléfono. Quiso recuperar el "camino del medio" entre la intransigencia kirchnerista y el oficialismo, pero ese lugar fue ocupado prestamente por Juan Manuel Urtubey.

El gobernador salteño no sólo destrozó en la Cámara alta el proyecto Kicillof que inflige un daño fiscal memorable a las provincias, sino que también exhortó a los senadores del PJ a la responsabilidad. La política impositiva es en todo el planeta prerrogativa del poder administrador y el aventurerismo fiscal de Massa terminó por generar una guerra interna en el ya muy fragmentado peronismo. En esa guerra Urtubey se alineó con Macri sin pensarlo dos veces.

El presidente, por su parte, resolvió trasladar la batalla contra el massismo-kirchnerismo a un terreno en el que el diputado no juegue de local. Primero hizo que las provincias rechazaran su proyecto de ganancias y después convocó a los sindicalistas. Y en este punto resulta necesario definir qué es lo que Macri entiende por política y con quiénes la hace.

En primer término el presidente cree en la negociación. Está convencido de que prometió un cambio respecto del autoritarismo kirchnerista y de que está cumpliendo esa promesa.

Ha cedido, en cambio, en el terreno económico porque es lo que cree que le reclama la sociedad. Prueba de esto son las negociaciones permanentes con los grupos piqueteros a los que concedió 30 mil millones de pesos a través de la ley de emergencia social aprobada el miércoles último por el mismo Senado en el que el proyecto de ganancias se ha convertido en un "casus belli".

En la economía no hay cambios de fondo. Los que esperaban una experiencia ajustadora ortodoxa se equivocaron. Macri hace neokirchnerismo o un populismo algo más prudente en materia fiscal que el de los doce años anteriores. Ahora intenta además inflar el consumo poniendo pesos en el bolsillo de la gente al mejor estilo "década ganada". Así evitó la crisis económica y el estallido social.

No transige en cambio con la burocracia peronista que cree -no sin razón- muy desprestigiada. Pero no distingue entre quienes lo quieren ayudar, por ejemplo Miguel Angel Pichetto, y sus enemigos declarados como Massa y los "k". Practica una suerte de fundamentalismo "duranbarbesco" que como todo fundamentalismo sólo sirve para complicar los problemas. No sólo desestima a los peronistas, sino también a los radicales y procura soslayar la participación del Congreso donde la clase política enreda todas las decisiones.

Tiene, no obstante, buenas razones para desconfiar. En Diputados la actitud receptiva del presidente del cuerpo, Emilio Monzó, respecto de los planteos de Massa genera suspicacia. En síntesis, Macri prefiere dar representatividad a la corporación sindical, pero no a la política, ni a la empresaria. Cree que a los hombres de negocios sólo les interesa el "lobbying" sectorial, pero que se desentienden de cualquier cuestión que no esté vinculada con sus intereses directos o no sea de cortísimo plazo.

El diálogo de Macri con el sindicalismo es también consecuencia del estallido del peronismo. Sólo se mantiene cohesionada su "columna vertebral". El otrora poderoso bloque de senadores nacionales entró en estado deliberativo por culpa del proyecto Massa.

El camporismo y los cristinistas más duros salieron a cuestionar públicamente a Pichetto, blanqueando así un conflicto que existe desde hace un año. No hicieron, sin embargo, amago de formar un bloque propio, porque no sumarían más de diez o doce legisladores, lo que los aislaría y dejaría fuera de cualquier negociación por el poder real.