Siete días de política

El realismo fiscal retrocede por el descontrol del Congreso

Los grupos peronistas que dominan ambas cámaras presionan por el aumento del gasto público y la baja de la recaudación. Hay una reinstalación del populismo que complica la gobernabilidad

El Poder Legislativo se ha convertido en el talón de Aquiles de la gobernabilidad. Si bien el sistema institucional favorece el presidencialismo, por primera vez desde 1983 un gobierno dispone de una representación parlamentaria de una debilidad que roza la indigencia: 15 senadores sobre 72 y 82 diputados sobre 257.

Esta circunstancia, más el adelantamiento de la campaña electoral de 2017 para algunos actores clave de la Cámara de Diputados como Sergio Massa, complicó el último tramo del año parlamentario. Las leyes que sean sancionadas en las próximas dos semanas impactarán seguramente sobre las variables fiscales de manera negativa, aumentando el gasto público y el déficit fiscal. Abren al mismo tiempo un interrogante sobre el futuro económico.

A eso se referían los ministros del Interior, Rogelio Frigerio, y de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, hace 48 horas en Chapadmalal al decir que se había planteado una discusión `entre la responsabilidad y la demagogia'. Para ellos la responsabilidad está en la propuesta del gobierno para reformar el régimen del impuesto a las ganancias con una pérdida de recaudación que es moderada si se la compara con la que propone Massa.

En ese sentido un dato elocuente fue que a la hora de discutir el agujero fiscal que provocará  rebajar más de lo que se hizo hasta ahora el impuesto a las ganancias para los trabajadores en relación de dependencia, Massa ni se acercó a la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados. Aunque no es miembro de la comisión, nada le impedía participar, pero trasladó todo el peso del debate sobre el diputado Marco Lavagna que debió oír como los funcionarios de Hacienda y de la AFIP destrozaban literalmente el proyecto presentado por el Frente Renovador y evaluaban su costo fiscal sin financiamiento en una escalofriante suma de miles de millones de pesos.

Por toda respuesta Lavagna se limitó a decir que compararía cifras en busca de un punto de convergencia con el oficialismo, pero después el massismo anunció que insistiría con su postura. Mientras tanto Massa tuiteaba consignas como `el trabajo no es ganancia' más en sinton¡a con la campaña 2017 que con el análisis económico.

Otro dato elocuente fue la total ausencia de la CGT durante el análisis en comisión. Si se tiene presente que la rebaja de ganancias había sido una de los principales reclamos de la cúpula sindical, su ausencia tiene una sola interpretación: no quieren quedar involucrados con la maniobra massista. Ni siquiera Daer, que es miembro del bloque de Massa, apareció a la hora del debate. Los sindicalistas tienen excelente relación con Macri que subviene todas sus necesidades. No quieren conflictos en los que el único beneficiado es el líder del Frente Renovador.

Más allá del massismo, en Diputados todas las facciones peronistas se unieron para presionar con proyectos que prenden una luz amarilla en el tablero económico. La inflación cede muy lentamente y el nivel de actividad no se recupera al ritmo esperado. Esto debilita al Ejecutivo y lo hace más vulnerable ante la reimplantación de medidas populistas.

Con el corazón ligero los diputados aumentan la asistencia social aliados con los piqueteros y le quitan recaudación al fisco, aliados con Massa. Exigen planes para repartir entre el pobrerío y apoyan una candidatura que compite con el macrismo por la clase media, el único sector para el cual la rebaja de ganancias tiene sentido. Mientras desarrollan esta maniobra de pinzas se quejan del alto nivel del déficit y de la peligrosidad de cubrirlo tomando deuda. Lógica electoral químicamente pura.

En resumen, los aliados que le permitieron a comienzos de año a Mauricio Macri cultivar un estilo zen y convivir razonablemente con un Congreso mayoritariamente opositor han dado un paso al costado o se sumaron a las hostilidades. En el primer caso está el presidente del bloque hegemónico del Senado, Miguel Pichetto, que ya no controla a sus `compañeros'. En el segundo, Sergio Massa.

Los senadores que hundieron la boleta electrónica dieron el primer paso en la confrontación. También se negaron a dar acuerdo a los directores del BCRA propuestos por Mauricio Macri. Sólo dieron luz verde al presidente de la entidad, Federico Sturzenegger. Los demás seguirán `en comisión'. Es que los mandatos duran hasta 2022 y el peronismo ya se ilusiona con volver mucho antes al poder. ­