Panorama político

Fuego cruzado

Aunque falta un año para las próximas elecciones, el peronismo ya ha empezado a moverse. Sus voceros atacan al Gobierno y a sus adversarios internos, pero es el primero el que peor la pasa, porque queda expuesto a fuego cruzado. Le pegan por una cosa y por su contrario.

El massista Roberto Lavagna, por ejemplo, lo acusa de endeudarse para pagar gasto corriente, es decir, por no ajustar. El ex hipercristinista Julián Domínguez, en cambio, lo acusa de ajustador y a Massa de colaboracionista de ese presunto ajuste. La contradicción es evidente, pero ¿a quién le importa cuando está en campaña?

La situación merece por lo menos tres observaciones. La primera consiste en descartar la crítica de Domínguez por razones de coherencia. No sólo porque no hay ajuste, sino porque en la misma serie de "tuits" en que fustiga a Massa opina que el futuro de la economía hay que buscarlo en las cooperativas (sic).

La segunda observación obliga a una evaluación de los argumentos de Lavagna y la tercera debería hacerla el gobierno explicando de paso por qué hace lo que hace. No para polemizar con sus opositores, sino para aclarar a los ciudadanos de a pie por qué a esta altura la reactivación sigue en veremos y variables fundamentales como el consumo están por el suelo.

Hace 48 horas Lavagna inauguró la campaña 2017 diciendo que la actual política económica de tasas de interés altas, dólar planchado, salarios a la baja y alto endeudamiento le hace acordar a Menem y a los militares. Dijo que no le gusta el endeudamiento, pero no explicó cómo financiar el altísimo déficit fiscal que está apenas por debajo del que dejó Cristina Fernández.

La forma más rápida era actualizar las absurdas tarifas energéticas, pero Macri se encontró no sólo con el bloqueo de la Justicia, sino también con las críticas del massismo. En resumen, los que hablan de "tarifazo" se quejan simultáneamente de que el Estado se endeude para no aumentar las tarifas.

En tanto la comparación con el menemismo es superficial, lo que equivale a decir falsa en el fondo. Menem se encontró con un cuadro de hiperinflación legado por el alfonsinismo. Después de dos hiper propias -un ejercicio escalofriante de prueba y error- optó por la convertibilidad de Cavallo, sistema cambiario abandonado en 2002. Más aún, el mismo día en que Lavagna se quejó del dólar planchado, el dólar empezó a subir. Pero lo central es que Menem intentó en el primer tramo de su gestión achicar el déficit privatizando empresas que eran barriles sin fondo como los ferrocarriles. Hizo un ajuste monumental en algunas áreas, pero terminó con un nivel de gasto que llevó al estallido de la convertibilidad.

En cuanto a la comparación con el último gobierno militar, sería de interés aclarar que por falta de ajuste en aquellos años se recurrió al endeudamiento con las consecuencias por todos conocidas. Y aquí es dónde parece indispensable la intervención del Gobierno para que diga cómo va a salir del peligroso círculo de déficit y deuda. Sergio Massa puede decir, y generalmente dice, cualquier cosa. Mauricio Macri y Alfonso Prat Gay no pueden darse ese lujo.