La mirada global

Católicos en la mira

Sepultadas por el vendaval de acusaciones contra Donald Trump, las filtraciones de mensajes personales del entorno de su rival demócrata, Hillary Clinton, han pasado poco menos que inadvertidas a pesar de lo mucho que revelan sobre el temperamento de la candidata y sus ideas.

Sepultadas por el vendaval de acusaciones contra Donald Trump, las filtraciones de mensajes personales del entorno de su rival demócrata, Hillary Clinton, han pasado poco menos que inadvertidas a pesar de lo mucho que revelan sobre el temperamento de la candidata y las ideas que podría llevar a la práctica de triunfar, como ya parece inevitable, en las elecciones del 8 de noviembre en Estados Unidos.

Las comunicaciones electrónicas publicadas por WikiLeaks, que se asegura fueron interceptadas y filtradas por el gobierno ruso, muestran, entre otras cosas, el doble discurso de la esposa de Bill Clinton, su proximidad con los intereses de Wall Street (ya denunciada por su retador en las internas partidarias, Bernie Sanders), el favoritismo con el que siempre la benefició la estructura demócrata y un llamativo prejuicio anticatólico que predomina entre los máximos consejeros de la ex secretaria de Estado.

Respecto de ese último punto, los intercambios implican al jefe de la campaña de Hillary, John Podesta, y a un par de líderes sociales y dirigentes del estado mayor demócrata. En el más inquietante de esos diálogos se baraja con toda naturalidad la conveniencia de crear entidades católicas que promuevan una suerte de "revolución" dentro de la Iglesia para modificar su doctrina tradicional, esa piedra en el zapato de todo buen progresista.

"Toda esta controversia con los obispos que se oponen a la cobertura (médica) de anticonceptivos... me deja pensando. Tiene que haber una Primavera Católica, en la que los mismos católicos demanden el fin de la dictadura del medioevo y el comienzo de una pequeña democracia y el respeto a la igualdad de géneros en la Iglesia", propuso Sandy Newman, presidente de la organización no gubernamental Voces para el Progreso, en un email dirigido a Podesta.

La respuesta del jefe de campaña parecía abrir la puerta a esa posibilidad, aunque admitiendo ciertas limitaciones prácticas. "Creamos Católicos en Alianza por el Bien Común para un momento como éste -reconoció-. Pero creo que ahora carece del liderazgo para hacerlo. Lo mismo pasa con Católicos Unidos. Al igual que muchos movimientos de las Primaveras, creo que éste tendrá que empezar de abajo hacia arriba".

Otros mensajes revelan la ignorancia y el desprecio que profesan los jerarcas demócratas por los católicos en general y por los tradicionalistas en particular. "Debe ser que se sienten atraídos por el pensamiento sistémico y por las relaciones de género fuertemente retrógradas, y deben ser totalmente ignorantes de la democracia cristiana", arriesgó John Halpin, investigador del Centro para el Progreso Estadounidense, en un texto dirigido a Podesta y a Jennifer Palmieri, la directora de comunicaciones de Hillary.

Como si fueran entomólogos discurriendo sobre una variedad peculiarmente extraña de insectos, los caciques demócratas exhiben en esas comunicaciones la impaciencia que los corroe en su afán de impulsar unas ideas progresistas que, por otra parte, no dejan de avanzar en Estados Unidos y en el resto del mundo. Han detectado que el único obstáculo para su triunfo absoluto está en el cristianismo, y en especial en los católicos fieles a las enseñanzas tradicionales de la Iglesia. Por lo tanto, ganados por el espíritu totalitario, se proponen minarlos, ridiculizarlos y, eventualmente, marginarlos y perseguirlos.

Que a eso le llamen "primavera católica" dice mucho sobre lo que les espera a los fieles en Estados Unidos, pero también sobre lo que desde hace un lustro padecen millones de personas en Medio Oriente. Esas pobres gentes beneficiadas con las diferentes "primaveras árabes" que, para salvar las apariencias, debían brotar siempre "de abajo hacia arriba".