Siete días de política

La economía tiende lentamente a encarrilar a la política

Macri llegó a un entendimiento con la CGT y se lo llevó como hecho consumado al Papa. Los empresarios obligados a recalcular. El mercado le cree al gobierno en materia de dólar e inflación.

Después de 10 meses de dura pulseada Mauricio Macri está empezando a armonizar posiciones con lo que denomina el "círculo rojo", esto es, los poderes "de facto" o corporativos: sindicatos, Iglesia, empresarios. Pero el avance no es producto de su maquiavélica astucia política sino de circunstancias favorables, en su mayoría económicas.

La baja de la inflación, la lenta reactivación y la prevaleciente expectativa de que no habrá ninguna crisis de gobernabilidad parecen estar encarrilando las luchas de poder. Macri nunca perdió el grueso del apoyo electoral que lo llevó a la Casa Rosada, a pesar de las medidas impopulares que tomó, en particular la devaluación. Pero el "círculo rojo", acostumbrado a décadas de connivencia con el peronismo lo hostigó directa o indirectamente desde el principio. Durante la semana que acaba de concluir dio por primera vez señales de su disposición a pactar una tregua.

Los sindicalistas lo habían amenazado hasta el hartazgo con un paro general, pero al final resolvieron no hacerlo. A cambio el gobierno otorgó un bono de mil pesos para los sectores más empobrecidos y la eximición de ganancias para la clase media en el aguinaldo de diciembre.

Los beneficios obtenidos por el gobierno fueron: a) desactivar el conflicto con el sindicalismo peronista y no empeorar el clima social; b) ponerle plata en el bolsillo a unos 10 millones de beneficiarios (un cuarto de la población) que en un 80% pertenece a los sectores sociales más bajos, es decir, a votantes del PJ; y c) demostrar que la unidad cegetista era humo.

Los sindicalistas consiguieron, por su parte, asumir una representación que habían perdido, la de los jubilados y de los sectores informales, representación que generalmente se atribuyen las denominadas "organizaciones sociales", vulgo, piqueteros. Evitaron, además, hacer un paro inoportuno, inconducente y al que no le hubieran podido sacar el menor rédito político. El mensaje fue claro: el PJ está quebrado y ellos no piensan "ponérselo al hombro", a pesar de los deseos del Santo Padre. Que los políticos se las arreglen solos.

A Francisco, por su parte, el presidente le llevó la tregua con la CGT como un hecho consumado. El proyecto de convertir al ex cardenal Bergoglio en la proverbial "prenda de la paz" social en la Argentina no pudo ser.

El obispado dejó trascender que los sindicalistas habían actuado bajo su influjo, pero esa hipótesis no recoge demasiadas adhesiones apenas uno se aleja unos metros de la UCA. En materia política el Pontífice tiene como representante nativo a lo más cerril del peronismo que reaccionó con enojo nada disimulado al acuerdo gobierno-CGT. La reciente decisión papal de no viajar a la Argentina el año que viene se entiende ahora mejor que nunca.

El tercer interlocutor del diálogo social, los empresarios, también tuvieron la semana pasada su encuentro con Macri en la reunión de IDEA. La misma satisfacción que sintió en el Vaticano se le notó al presidente en Mar del Plata al reencontrarse con los dueños del capital que en su amplísima mayoría habían apostado por un triunfo del peronismo.

La mitología populista dice que Macri gobierna para los ricos, pero los ricos no opinan lo mismo. Macri tampoco y aprovechó la ocasión para recordarles algo que equivalió a nombrar la soga en casa del ahorcado. Les dijo que tienen que mejorar la productividad, algo que suena a chiste en la tierra del oligopolio y la cartelización.

En charlas privadas el ministro Alfonso Prat Gay les anticipó que los que no mejoren su competitividad van a tener dificultades, porque para 2019 el proteccionismo habrá quedado reducido al mínimo. En pocas palabras, que se equivocarán nuevamente aquellos que esperen la complicidad del Estado para expoliar a consumidores cautivos como ocurre desde hace décadas.

Más allá de su batalla con el círculo rojo hay números que explican por qué el gobierno ve cómo mejora el clima económico y político. El jueves volvió a hacer una exitosa colocación de deuda en pesos. Los fondos tenedores de dólares se pasaron a pesos adquiriendo bonos con tasas históricamente bajas para la Argentina. Se aseguran una rentabilidad excepcional, pero al mismo tiempo demuestran que creen en las proyecciones de la política antinflacionaria del macrismo y en la estabilidad del dólar. En pocas palabras, que lo que el gobierno promete es viable. Y le ponen plata (no palabras) a esa carta.