Mirador político

Mentiras peligrosas

La oposición recurre a un discurso de críticas y acusaciones al gobierno que no tienen contacto con la realidad y buscan exacerbar prejuicios


Hasta el debate de antenoche con Hillary Clinton, Donald Trump había asegurado que Barak Obama tenía un certificado de nacimiento falso, era keniata y fundador del terrorista Estado Islámico. Los comentaristas en Washington bautizaron ese tipo de mentiras absurdas "post verdades", porque creen que no se trata de falsedades comunes, sino de un arma política peligrosa para la democracia.

Su potencialidad se comprenderá mejor si se la traslada al campo local. La oposición al presidente Mauricio Macri carece de líder, pero se aglutina alrededor de un relato común no verificable en la realidad. Alega que Macri gobierna para los ricos, mientras la realidad dice que practicó un gradualismo que le ha impedido reducir más rápido la inflación, redujo el ajuste fiscal al mínimo y el "tarifazo" a un aumento divorciado del costo real de la energía que, por lo tanto, no resuelve casi nada.

Simultáneamente multiplicó planes y tarifas sociales, extendió la Asignación Universal por Hijo y le pagará a los jubilados más pobres lo que el peronismo les negó durante años.

Sin embargo la oposición lo acusa de cómplice de los fondos buitre y reencarnación de Videla. Canta que es la "dictadura" ignorando deliberadamente su origen democrático y el hecho de que lidera el único partido, literalemnte el único, que no tuvo contacto alguno con los militares.

Cristina Fernández echa mano al mismo recurso cuando dice que la investigación judicial de la corrupción "K" es una persecución por haber "empoderado" a los pobres. No se trata de una manipulación de la verdad o de un acto de ocultamiento; es simplemente una tergiversación que ignora los hechos. Se funda en prejuicios, por lo que no necesita ser probada. De allí su poder y su peligrosidad. Cuando alguien dice que Macri gobierna para los ricos usa la sospecha de que, por ser rico, beneficiará a su clase. También, de que es enemigo de los pobres y de que los explotará.

El político que usa "post verdades" logra dos cosas. Primero obliga a su adversario a refutar prejuicios, una causa de antemano perdida. Segundo, profundiza las divisiones y los enfrentamientos; la famosa brecha. No hay posibilidad de diálogo ni acuerdo con quien le atribuye a su interlocutor las intenciones más siniestras, estimula el resentimiento y afirma cualquier cosa sin tomarse la molestia de demostrarla.
Por ese camino se anula el debate racional y la posibilidad de cualquier forma de conciliación de posiciones.

Basta asistir a las sesiones del Congreso para comprobar en qué penoso estado se halla la deliberación política. Los debates han quedado reducidos a una sucesión ataques y acusaciones, sustancialmente monólogos, algunos de los cuales parecen concebidos en Marte o escritos hace 70 años.

Esa conducta, además, no es inocua. Decir cualquier cosa es el paso previo a justificar cualquier acción. Es degradar la democracia y abrir la puerta al autoritarismo. Implica asumir una conducta que la mayoría de las veces desemboca en la violencia.