CHUCK PALAHNIUK DESPOTRICA CONTRA LOS ADICTOS A LA EXCITACION

Sátira potente pero grotesca

En "Eres hermosa", el escritor estadounidense imagina una conjura planetaria cuyo eje es la estimulación y saciedad artificial del deseo femenino. Varios excesos estropean una novela que bien pudo haber sido un cuento largo.

La denuncia no es nueva (y no está probado que haya dado en el blanco). Los villanos son la publicidad y los videojuegos violentos obscenamente realistas. El efecto que provocarían es un deletéreo exceso artificial de estimulación. La cultura general lleva mucho tiempo usando despreocupadamente el sexo para atacar el cerebro de los hombres jóvenes (a fin de vender una determinada marca) que la sociedad ya tiene perfectamente aceptado esta práctica diabólica, pontifica un escritor estadounidense de culto. Nuevos artificios añadirían más leña al fuego. Nuestros impulsos animales más primitivos se ven alimentados por ciertos cambios radicales en la tecnología moderna. La adicción a la excitación se ha convertido en una nueva normalidad, nos advierte en su novela más reciente, dedito en alto, Chuck Palahniuk (Pasco, 1962).

A partir de esta sospecha paranoica, el crédito de Portland ha construido una sátira tan potente como grotesca, que va diluyendo su interés con el correr de las páginas, por culpa de los disparates argumentales y las interminables descripciones lúbricas. ¡Atención lectores de sensibilidad delicada! Eres hermosa (Literatura Random House) contiene, probablemente, la más detalladas descripciones de orgasmos femeninos de la literatura seria de este siglo.

Es, de alguna manera, una suerte de Cien sombras de Grey para gente chic. Porque la gente chic adora a Palahniuk. Es un escritor de moda.

Se narra en el libro una conjura de dimensión planetaria. Cornelius Linus Maxwell, el hombre más rico del mundo, provoca una revolución con un vasto surtido de juguetes sexuales para que las mujeres alcancen el paroxismo con una calidad y en una cantidad sin precedentes. El tejido social se rompe en mil pedazos; hay disturbios sociales y millones de historias de agonía orgásmica por doquier. Para la mitad de la población es como Un mundo feliz de Aldous Huxley, pero el soma se consume por las cavidades íntimas.

Maxwell ensaya sus cachivaches tántricos con Penny Harrigan, una buena chica de Nebraska, abogada posfeminista, que persigue un futuro glorioso en Manhattan. Se convierte en novia (es una manera de decir) del magnate por obra de la casualidad y termina convirtiéndose en vengadora de millones de mujeres esclavizadas por un placer enfermizo, entre ellas la jefa de la Casa Blanca, la reina de Inglaterra, la actriz más hermosa del mundo, todo el equipo olímpico de Estados Unidos, la mejor amiga y la propia madre campesina de Penny. Así de desaforada es la imaginación de Palahniuk.

Si bien las leyes de la sátira exigen que se carguen las tintas sobre determinados rasgos negativos, aquí hay excesos de toda índole que estropean una novela cuyo destino, quizás, debió haber sido de cuento largo. Está muy bien, no obstante, la crítica (provinciana) a las costumbres de los neoyorquinos, el repudio (puritano) al lujo ostentoso, el desprecio por las revistas de supermercado (Palahniuk trabaja como periodista independiente) y el aborrecimiento (pequeñoburgués) de la plutocracia. En cuanto al estilo, Palahniuk es una suerte de Vonnegut tardío. No carece de inteligencia, ni escribe mal, pero las densidades estilísticas y temáticas brillan por su ausencia.

El humor tiene sus altibajos, va de lo delicadamente irónico a escenas burdas que parecen robadas de la saga Porky"s. Quizás el gran problema aquí es que la escritura no sabe sugerir; da la impresión de que el autor no quiso ahorrarnos truculencia alguna. Ser aburrido es decirlo todo, estableció Voltaire. Es el defecto típico de la pornografía. Hablar sin parar y a los gritos. Para usar una metáfora palahniukiana, la novela chirría como los herrajes oxidados de una puerta que se abre para revelar un lugar espantoso.