Mirador político

Desorientados

El Gobierno está tan desorientado que hasta desorienta a la oposición.

 

El Gobierno está tan desorientado que hasta desorienta a la oposición. No a la ultrakirchnerista, que tiene pocas ideas pero fijas (por ejemplo, la de comparar a Mauricio Macri con Videla y Harguindeguy), sino a la más racional que busca puntos de consenso hasta la próxima elección.

Un caso es la representada por el senador Miguel Pichetto, quien el miércoles pasado participó junto con varios de sus colegas de una especie de audiencia a la que concurrieron grupos piqueteros, mientras en la autopista a La Plata otros piqueteros cortaban el tránsito, atacaban y robaban a automovilistas y destrozaban vehículos.

Los dirigentes de Barrios de Pie, Corriente Clasista y Combativa, Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, etcétera, fueron a pedir dos millones seiscientos mil (2.600.000) "planes", es decir, subsidios. Quieren, por ejemplo, que el Estado les pague un "sueldo complementario" a los que venden en los trenes o a los "manteros".

Recurrieron a la vía institucional del Congreso, mientras en la autopista otros piqueteros se trenzaban con los gendarmes y agredían a ciudadanos desarmados. En pocas palabras, la estrategia de "a Dios rogando y con el mazo dando", con el aval y hasta el aplauso del bloque que controla uno de los poderes del Estado.

Esta infeliz coincidencia fue tomada con toda naturalidad, pero los senadores del PJ deberían por lo menos haber dejado en claro que ellos no estaban con los compañeros de la "Aníbal Verón" que habían confundido la autopista a La Plata con la llanura de Maratón y repudiar públicamente el ataque. Nada de eso, sin embargo, sucedió. Otro dato coincidente: cuando días atrás el presidente Mauricio Macri fue agredido en Mar del Plata apenas se oyó la solitaria voz de Pichetto contra ese acto de barbarie.

Todos los piqueteros que concurrieron al Senado describieron la actual situación económica como catastrófica y uno de ellos, el señor Amancay Ardura, afirmó que él y sus compañeros no tenían por costumbre asaltar hipermercados pero que si la cosa seguía así no sabía lo que podía pasar en diciembre. Interpretada benévolamente, su opinión sonó a amenaza.

Todo el episodio evocó al fantasma de la violencia política y el poco apego a las instituciones de una buena parte de la sociedad cuando no gobierna el peronismo. De una sociedad que niega de palabra, pero sigue admitiendo de hecho las "soluciones" de fuerza.

De una sociedad que durante más de medio siglo fue adicta o tolerante con los golpes de Estado y que no ha cambiado culturalmente tanto como se presume. Que aún después de 1983 vio surgir grupos de "carapintadas" durante el gobierno del radical Alfonsín que sólo pudieron ser desarticulados cuando llegó a la presidencia el peronista Menem.

A esta altura parece obligatorio un acuerdo democrático entre los principales actores políticos. No un acuerdo sobre el precio del gas, sino que lleve a la cárcel a los violentos. También sobre el combate a las mafias, ya sean policiales, de los "servicios", etcétera. El único "pacto de la Moncloa" útil hoy en la Argentina consiste en alejar la política del delito. En eso no hay que desorientarse.