Mirador político

Los enemigos de Macri

El personalismo es aquí una enfermedad endémica de la que nadie está a salvo, aunque haya convertido en "leitmotiv" la consigna del trabajo en equipo.

El último fin de semana Mauricio Macri apareció en diversos medios defendiendo su gestión y cuestionando a sus objetores. Lo hizo por al menos dos razones: la primera, como reacción al desgaste que le produjo la polémica por el aumento del gas. La segunda, porque él es el único activo político de su gobierno.

Macri tuvo que poner el cuerpo, porque no tiene voceros de peso. Más aún, no tiene siquiera un grupo de dirigentes de segunda línea que cumpla esa función como hacía en forma cotidiana el denominado "grupo rating" del menemismo en los años "90. El personalismo es aquí una enfermedad endémica de la que nadie está a salvo, aunque haya convertido en "leitmotiv" la consigna del trabajo en equipo.

Pero lo más llamativo no fue la soledad del Presidente, sino la identificación de sus adversarios. En esa nómina el último lugar lo ocupa el peronismo y el resto de la dirigencia opositora. La larga década kirchnerista no sólo arrasó la economía, sino que también dejó un desierto político, en particular a causa de la destrucción del PJ.

Hoy no hay dirigente opositor de peso que no haya participado de la "fiesta" kirchnerista. De allí la prudencia de un Randazzo o un Massa, aunque para este último el oportunismo es una religión y "lo puede" la tentación permanente de sacar ventaja de cualquier debilidad ajena. Pero pasar del menemismo al duhaldismo y del duhaldismo al kirchnerismo tiene un costo que en algún momento debe ser pagado.

En ausencia de políticos, ¿cuáles son los adversarios que identificó Macri? En primer lugar, la Justicia kirchnerista. La acusó de fomentar el gobierno de los jueces e interferir en funciones propias del poder administrador, esto es, el Ejecutivo. Le apuntó a la agrupación "K" Justicia Legítima, cuya presidenta demostró por qué es juez y no política. Lo cruzó diciendo que ella y sus colegas no están en contra del Gobierno, cuando el silencio era la mejor respuesta si quería aparentar neutralidad. Pero no pudo contenerse y salió a polemizar demostrando que está en la vereda de enfrente. Olvidó que los jueces hablan por sus sentencias y no discuten en público con los sometidos a su jurisdicción.

El otro adversario fue un animador de TV que lo ridiculiza toscamente y que al parecer tiene la intención de convertirse en un Berlusconi del subdesarrollo. Parte de esa aspiración se hundió cuando Macri le cerró el camino a la presidencia de la AFA. Ergo, está ofuscado.

En la nómina también fue incluido el camionero Hugo Moyano, que ha lanzado amenazas de paro en los últimos tiempos. Coincidieron con su frustrado proyecto de adueñarse también él del fútbol y resultaron tan evidentes que sus colegas tomaron distancia y no habrá ni paro ni unidad sindical.

Esta indigencia opositora podría ser tomada por el macrismo como una buena noticia, pero no lo es. Alienta el aventurerismo de organizaciones y dirigentes marginales y abre la puerta a la violencia. La política es lo contrario; es la solución negociada de los conflictos. Algo poco practicable con un sistema político devastado en el que la oposición racional tiene mala prensa.