Mirador político

Lo que cambió

Así como ese nivel de corrupción no podía mantenerse sin cobertura desde lo más alto, tampoco hubiese sobrevivido sin el apoyo de centenares de académicos, intelectuales, escritores, músicos, actores y "famosos" de todas las actividades que sin pertenecer a la "nomenclatura kirchnerista" ni dedicarse a la política se prestaron al encubrimiento y hoy dicen que se sienten "traicionados".

Hay un simple hecho que derrumba cualquier tentativa de exculpar a Cristina Fernández de las actividades delictuosas de sus subordinados: cambió la cúpula del Ejecutivo y la cloaca de la corrupción desbordó. Si esto no había ocurrido antes es porque los corruptos tenían cobertura.

La crónica política resulta hoy indistinguible de la policial precisamente porque el 10 de diciembre hubo un cambio de guardia inesperado en la Casa Rosada que está permeando hacia abajo.

Empezaron a cambiar las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia, se debilitaron las complicidades y empiezan a aparecer los bolsos con dinero, los prófugos son capturados, los empresarios ahora hablan y sólo falta un "arrepentido" para completar el cuadro.

El espectáculo es desolador y podría serlo más, si no persistiese la complicidad de jueces que siguen arrastrando los pies, que tardan años en indagar a los corruptos más expuestos, que desconectan causas, que no investigan a los responsables "top" del fabuloso latrocinio.

También por la persistencia de los políticos "k" que los protegen en el Consejo de la Magistratura o que fueron testigos silenciosos del saqueo del Estado. Altos funcionarios, diputados, senadores, intendentes, etcétera, algunos de ellos con pretensiones de llegar a la Presidencia de la Nación, a pesar de que ocuparon cargos de máxima responsabilidad en el régimen kirchnerista y no ignoraban quién era José López.

También hubo sino complicidad por lo menos aquiescencia de empresarios y periodistas que recibieron beneficios del saqueo, porque no hay que mirar solamente a la ex presidenta Cristina Fernández y a su difunto esposo: mientras una parte de la dirigencia y de los medios denunciaban hechos grotescos de corrupción, un coro de funcionarios y periodistas a sueldo del estado o que recibían una jugosa pauta publicitaria oficial se ocupaba de denostarlos y defender lo que hoy ha quedado a la vista como la mayor estafa de la historia nacional. Un régimen ante el cual el de la "década infame" parece un ensayo de aficionados.

Así como ese nivel de corrupción no podía mantenerse sin cobertura desde lo más alto, tampoco hubiese sobrevivido sin el apoyo de centenares de académicos, intelectuales, escritores, músicos, actores y "famosos" de todas las actividades que sin pertenecer a la "nomenclatura kirchnerista" ni dedicarse a la política se prestaron al encubrimiento y hoy dicen que se sienten "traicionados".

Es hora de preguntarles dónde estaban cuando chocó el tren en Once, Felisa Miceli perdió el bolso, Boudou fue por Ciccone o Bonafini vació sueños compartidos.

Tampoco nada de esto hubiera ocurrido si el kirchnerismo no hubiese contado con un masivo apoyo popular que llegó al 54% en 2011, cuando los escándalos ya eran imposibles de ignorar. Si más de la mitad del padrón no pusiese al final de sus prioridades la lucha contra corrupción, si se diese cuenta de que colaboró en la pérdida de una oportunidad histórica para el país al apoyar a políticos que le ponían centavos en el bolsillo o le daban un empleo público superfluo y mal pago, mientras ellos se llevaban los dólares en bolsas.