Mirador político

Sin futuro

La fuga del bloque del FPV en diputados no fue mayor porque el peronismo está acéfalo. No fue una explosión, sino un drenaje, porque tiene que procesar sus conflictos internos. Lo hará el año que viene en las primarias o en las generales y allí el cristinismo no tiene ni candidatos, ni aparato.

La escisión de una docena de miembros del bloque kirchnerista de la Cámara de Diputados la semana última fue reducida por los abandonados a una simple "traición", pero significa mucho más que eso. Es señal del ocaso cristinista y, en lo inmediato, un paso importante para que el Ejecutivo y el Congreso eviten un riesgoso conflicto de poderes.

Sobre el futuro del cristinismo confirmó lo que se veía venir desde antes de las elecciones: el fin de ciclo. Sin fondos para repartir, el liderazgo de Cristina Fernández no existe. Podrá tener algún refugio en el bloque de diputados que llenó de adictos sin trayectoria partidaria ni poder territorial, pero se trata de un grupo minoritario. En el Senado directamente no tienen peso. El presidente de su bloque, Miguel Pichetto, que durante 12 años le atendió el teléfono a los Kirchner y fue el eficaz disciplinador de la tropa peronista hoy es el mayor entusiasta del acuerdo de gobernabilidad con Mauricio Macri.

La ex presidenta cometió errores garrafales que condujeron a una derrota histórica del peronismo. Hizo perder al incombustible Daniel Scioli y al mayor aparato electoral del país: los intendentes del conurbano. La debacle tuvo varias causas, pero la principal fue el pésimo manejo de la economía por parte Axel Kicillof, ministro al que que invistió de poderes discrecionales. El cepo, el atraso cambiario y el estancamiento fueron su obra. El desastre electoral, la consecuencia.

Pero el principal problema de Cristina Fernández no es el inmodificable pasado, sino el futuro. No es competitiva electoralmente. En ese sentido está recorriendo un camino similar al de Carlos Menem: podrá retener un 20-22% de los votos, pero su imagen negativa irá creciendo a medida que se afiance el gobierno de Macri.

Y este es el punto que más alarma a la dirigencia peronista que ve que Macri avanzó en los último 60 días removiendo las trabas de la economía sin pensar en costos políticos. La devaluación, el tarifazo, el despido de "ñoquis" y el acuerdo con los buitres no le reducen el apoyo popular, más bien se lo refuerzan. Hasta Milagro Sala terminó presa y en no mucho tiempo más los funcionarios "K" más notorios empezarán a desfilar diariamente por tribunales.

Además, la fuga del bloque de diputados no fue mayor porque el peronismo está acéfalo. No fue una explosión, sino un drenaje, porque tiene que procesar sus conflictos internos. Lo hará el año que viene en las primarias o en las generales y allí el cristinismo no tiene ni candidatos, ni aparato.

"La Cámpora" sólo dispone de un limitado poder de movilización similar al de la izquierda festiva que nunca tuvo peso en las urnas. A lo que hay que agregar que el "liderazgo" de Máximo Kirchner no resiste el menor análisis.

Si el acuerdo con los gobernadores peronistas funciona y el Congreso no traba la gestión macrista, Cristina Fernández y "la Cámpora" quedarán fuera de juego. La renovación no los contempla. Son el pasado que pronto los peronistas competitivos querrán esconder como en los 80 escondieron en puestos de retaguardia a los sindicalistas y los dinosaurios sobrevivientes del "isabelismo". Tienen que cambiar de imagen y de liderazgo si no quieren que Macri les siga firmando los cheques los próximos ocho años.