Estrés y depresión duplican el riesgo de sufrir un ACV

Distintos especialistas explican cuáles son los principales factores que aumentan el peligro de padecer un accidente cerebrovascular. Detallan por qué afecta cada vez a personas más jóvenes. La importancia de actuar rápidamente.

El estrés y la depresión duplican el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular (ACV), una enfermedad que en la Argentina afecta a una persona cada cuatro minutos y que produce la muerte de 18.000 personas al año.

¿Qué mecanismo contribuye a que exista esta relación? "Por un lado, cuando uno está estresado o deprimido hace menos ejercicio, canaliza la angustia comiendo o fumando, y la falta de deporte potencia el estrés porque no hay forma de canalizar la energía", argumenta la doctora Laura Grynberg, médica cardióloga de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).

"Por otro lado, -prosigue- el estrés actúa aumentando la liberación de corticoides y adrenalina que produce el propio organismo, y el único modo de contrarrestarlo es usando técnicas para poner las cosas en perspectiva, darse cuenta de qué es realmente importante y qué no lo es, hacer relajación, meditación, respirar y encontrar actividades placenteras a través de las cuales canalizar el exceso de energía".

Según explica el doctor Francisco Klein, director del Centro de ACV del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, "el ACV se produce cuando una zona del cerebro se queda sin adecuada irrigación sanguínea". 

"Al no llegar suficiente cantidad de oxígeno, el tejido nervioso pierde en principio las funciones que le son propias, como la movilidad de una zona del organismo, el habla, la capacidad de entender o aún la capacidad de mantener la conciencia", detalla el experto.

El ACV puede ser "isquémico", cuando se obstruye una arteria o vena cerebral e interrumpe la irrigación de sangre, es decir, de oxígeno y nutrientes a las neuronas, o "hemorrágico", cuando una arteria o vena del cerebro se rompe y comienza a sangrar, produciendo daño en las estructuras adyacentes del cerebro.

El más frecuente es el isquémico, que representa el 80% de los casos de ACV, y los trastornos neurológicos derivados de un evento de este tipo dependen de la zona cerebral y la extensión afectada.

Además del estrés y la depresión, Grynberg hace hincapié en que el 90% de los ACV se encuentra asociado a 10 principales factores de riesgo, tal como se pudo constatar en el estudio Interstroke, presentado en el Congreso Mundial de Cardiología 2014. Entre ellos, menciona:

* La hipertensión arterial es el factor de riesgo más frecuente y está presente en casi el 80% de los pacientes que sufren un ACV en la Argentina.

* La dislipemia o colesterol elevado aumenta el riesgo de que se tapen las arterias, entre ellas las que llegan al cerebro.

* El tabaquismo aumenta el riesgo de sufrir un ataque cerebral entre un 50% y un 70%, y el impacto es mayor en las mujeres.

* El sedentarismo o inactividad física aumenta el riesgo de padecerlo.

* La obesidad abdominal también se asocia a una mayor incidencia de ACV.

* Las causas cardíacas (tromboembólicas), entre las cuales la principal es la arritmia o fibrilación auricular quintuplica el riesgo de padecer un ACV.

* El consumo excesivo de sal aumenta el riesgo de ACV, por lo que la dieta debería considerar bajo contenido de sodio, adecuada cantidad de frutas y verduras, carnes magras y pescado, e idealmente la menor cantidad posible de alimentos procesados.

* El consumo excesivo de alcohol tiene una estrecha relación con el riesgo de sufrir hemorragias cerebrales.

* El control de la diabetes es esencial, dado que en nuestro país el 22% de los pacientes que sufre un ACV es diabético. 

* Los factores psicosociales constituyen otro factor de riesgo altamente preocupante.

CADA VEZ MAS JOVENES

Si bien el ACV puede ocurrir a cualquier edad, el doctor Hernán Winocur, médico neurólogo de Staff Médico, comenta que "en este último tiempo se vio un aumento de casos de ACV en adultos jóvenes".

"Según un estudio norteamericano, la cantidad de casos de ACV en personas de entre 20 y 54 años pasó del 13%, en 1993, al 19%, en 2005", afirma el neurólogo, al tiempo que contrasta: "Por un lado, el ACV se detecta mejor y más precozmente pero por otro el estilo de vida moderno implica un retroceso en calidad de vida por motivos ambientales y polución, el estrés, el hacinamiento, la mala alimentación y el sedentarismo".

"A su vez, hay mayor obesidad y cada vez más factores de riesgo en pacientes adultos jóvenes. Los avances tecnológicos trajeron ventajas y desventajas que son precisos analizar", reflexiona Winocur.
Asimismo, el especialista apunta a otra tendencia que se ha modificado. "Hasta hace 15 años atrás el hombre era más proclive a padecerlo, pero en los últimos años la mujer ha equiparado el riesgo de sufrirlo, sobre todo después de los 50 años, teniendo en cuenta factores hormonales que suceden luego de la menopausia y el incremento de los factores de riesgo vasculares mencionados antes, también en la mujer", explica. 

En la misma línea que Grynberg, el neurólogo de Staff Médico destaca que el estrés, entendido como la sobrecarga de tensiones, responsabilidades y preocupaciones que exceden la posibilidad de ser compensadas eficientemente, afecta actualmente a la mujer tanto o más que al hombre.

También subraya que en los adolescentes se ha incrementado el riesgo de ACV, sobre todo a raíz del abuso de alcohol, tabaco y drogas psicoestimulantes.

SIGNOS DE ALERTA

Los expertos enfatizan que ante la sospecha de un ACV el tiempo que se tarda en recibir atención médica es crucial. Como lema, los profesionales repiten que "el tiempo es cerebro". "A mayor tiempo transcurrido desde la aparición de los síntomas, mayores pueden ser las complicaciones asociadas, incluido el riesgo de muerte, y mayor el daño neuronal ulterior y las secuelas a corto y largo plazo", sostiene Winocur.

"Solo uno de cada cuatro pacientes que sufre un ACV llega a tiempo al hospital, y únicamente dentro de las primeras seis horas aproximadamente de producido un ACV isquémico puede aplicarse el tratamiento específico que permite revertir o minimizar los daños", recuerda Grynberg.

Respecto de los síntomas que caracterizan al ACV, los especialistas enumeran:

* Debilidad o adormecimiento de la cara, brazo o pierna, usualmente de un lado del cuerpo. 

* Dificultad para hablar, comprender o tragar.

* Dificultad para ver con uno o ambos ojos.

* Visión doble

* Pérdida del equilibrio o coordinación.

* Vértigo, dolor de cabeza súbito y de máxima intensidad, sin causa aparente.

* En el caso de los accidentes isquémicos, pueden presentarse como "aviso" algunas manifestaciones leves consideradas "accidente isquémico transitorio" (AIT), que también exigen la necesidad de hacer una consulta inmediata.

"Una vez sospechado el diagnóstico hay que actuar rápidamente para recibir atención médica inmediata. En lo posible, los familiares deben evitar movilizar o desplazar al paciente. Tampoco deben administrarle medicación alguna. Lo mejor es que el paciente permanezca recostado, en decúbito lateral para evitar broncoaspiraciones, en reposo, hasta el arribo del médico y enfermero del sistema de urgencias", sintetiza Winocur.

TRATAMIENTO

Según destaca el neurólogo, un aspecto fundamental es que la hipertensión arterial que suelen tener los pacientes con un ACV a su ingreso al hospital, en general no debe ser tratada -salvo excepciones- porque puede acrecentar el daño.

"En algunos casos seleccionados y muy específicos, si el paciente arriba dentro de las dos o tres horas desde el comienzo de los síntomas a un centro de atención especializada, con Unidad de Stroke, se podrá beneficiar con tratamientos trombolíticos, según la magnitud y extensión del territorio arterial comprometido en un ACV isquémico", puntualiza.

"La mayoría de los pacientes serán antiagregados con aspirina o clopidogrel. Algunos casos requerirán anticoagulación oral para prevención de la recurrencia embólica. Otros se podrán beneficiar con cirugías tales como endarterectomía carotídea, si es que tienen una estenosis u obstrucción mayor al 70%, o procedimientos tales como angioplastia y colocación de stent carotídeo", afirma Winocur.

En el caso de un ACV hemorrágico -prosigue el experto- habrá que evaluar si es pasible o no de neurocirugía. "Otros casos severos de ACV isquémicos hemisféricos podrán beneficiarse a través de una craniectomía descompresiva para disminuir la hipertensión endocraneana y el edema vasogénico que implican una situación médica de alta morbimortalidad", finaliza.

REHABILITACION

Tras un ACV, es importante comenzar el proceso de rehabilitación de forma temprana, para disminuir las secuelas que puede dejar la enfermedad. 

"Finalizada la etapa del tratamiento del estadio agudo del ACV, hay que seguir el tratamiento kinesiológico, asociado a otros cuidados que ayudan a evitar las infecciones, escaras, trastornos respiratorios e infecciones urinarias y otras secuelas", indica el doctor Lucio Serra, especialista en neurología y director médico de ALPI.

"Dependiendo de las necesidades del paciente, se trabaja con terapia física, fonoaudiología, terapia ocupacional, se brinda apoyo psicológico y si es necesario se provee equipo de ortesis, silla especial y férulas", concluyó Serra.