El lado cerebral de la música

Un especialista explica cuáles son las áreas del cerebro que intervienen cuando escuchamos una canción. Detalla por qué algunas melodías logran emocionar mientras otras causan desagrado. Nuevos conocimientos que ha aportado la "neuromúsica".

Quizás algunos recuerden aún esa genial escena del film italiano "Cinema Paradiso" (1988), de Giuseppe Tornatore, en la que el protagonista se emociona hasta las lágrimas al ver la película que su viejo amigo Alfredo había editado con una recopilación de todas las escenas de besos que había tenido que recortar durante años debido a la censura que existía en aquella época. Probablemente muchos concuerden en que sin la melodía del gran maestro Ennio Morricone como banda sonora, ese fragmento inolvidable de la película no causaría ese "nudo en la garganta", esa emoción difícil de controlar, sobre el espectador.

Es fácil advertir así el gran impacto que puede tener la música sobre nuestros sentimientos, aunque entender los procesos que intervienen en este fenómeno resulta mucho más complejo. Sobre esta cuestión se detiene el neurólogo Osvaldo Fustinoni en su libro "El cerebro y la música" (Editorial El Ateneo), lanzado recientemente en el país.

"No todos los sonidos inducen emoción, esa sensación psicológica y física de excitación, de vibración, perturbadora a veces, difícil de definir en palabras, pero que los humanos sabemos reconocer claramente", reconoce el experto, profesor de Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Algunas combinaciones de sonidos no nos emocionan, otras sí, en ocasiones muy intensamente -prosigue Fustinoni-, quien advierte que "esta reacción emocional es independiente de la voluntad".
"Tal obra musical nos "conmueve", nos "estremece" o nos "hace llorar". No tendríamos esa sensación si no la oyésemos. Cuando ello ocurre, solemos considerar a la obra en cuestión como fuente de gran placer y belleza. La emoción es intensa, el placer es a la vez físico y estético. Otras veces, la reacción emocional es de desagrado y rechazo. En todo caso, es difícil que una obra de arte, musical o no, nos deje indiferentes", argumenta.

ESTIMULO EMOTIVO

La reacción emocional que induce la música es particularmente intensa, "pero sus manifestaciones físicas no se diferencian de las causadas por otros estímulos emotivos, como artes plásticas, teatro, cine, miedo, peligro, erotismo", aclara el autor de "El cerebro y la música". 

Según explica este neurólogo investigador extranjero del INSERM, en París, las manifestaciones físicas que provoca la música responden a una onda de activación simpaticoadrenérgica, "que viene a ser algo así como el equivalente corporal de los pedales del piano, el gran amplificador común: taquicardia, aumento de la presión, del número de respiraciones, dilatación pupilar, tensión muscular, transpiración palmar, excitación".

La estructura cerebral que interviene en el desencadenamiento de esta reacción emocional física universal es el hipotálamo, precisa Fustinoni, al tiempo que señala que éste es un conjunto de núcleos neuronales que se encuentran en la base del cerebro, por detrás y encima de la nariz, y justo por encima de la glándula hipófisis. 

"El hipotálamo regula las funciones vegetativas del cuerpo, las emociones, el hambre, la temperatura corporal y el sueño, a través de su influencia sobre el sistema nervioso autónomo", detalla.

Además, controla la actividad hormonal de la hipófisis, que a su vez coordina, a modo de "directora de orquesta", la de las restantes glándulas de secreción interna o endócrinas, añade.

Fustinoni cuenta además que en el tronco cerebral hay "una estación intermedia", generadora e inductora de la reacción simpaticoadrenérgica corporal: es el llamado locus coeruleus ("lugar de color azul"), interconectado con las estructuras superiores cerebrales e inferiores medulares, mediadoras de la reacción emocional.

En tanto, indica que la corteza insular anterior controla la noción consciente de nuestras reacciones emocionales, nos las hace sentir, nos brinda nuestras "sensaciones", que finalmente se integran y evalúan en otras distintas áreas de la corteza, según cuál sea el estímulo que predomine, visual, auditivo o sensorial.

LA GRAN REGULADORA

Asimismo, en el tercer capítulo de su libro el autor destaca el papel fundamental de la amígdala, "un grupo de núcleos neuronales situado en la profundidad del lóbulo temporal, adyacente a la línea media, que interviene en la percepción consciente e inconsciente de la alarma y la regulación del miedo, vivencia que surge, por ejemplo, cuando la música sugiere suspenso o peligro".

De acuerdo con el neurólogo, la amígdala es el gran regulador de la vida emocional humana por sus abundantes interconexiones con las restantes estructuras y también con la corteza cerebral. "Además regula el aprendizaje emocional, la conducta sexual, la consolidación de la memoria de largo plazo, la relación entre emociones, cognición y la toma de decisiones, y, en última instancia, la cognición social", continúa.

EL PLACER, UN INTERRUPTOR

Por otra parte, Fustinoni afirma que el placer que causa la música coincide con la activación de áreas cerebrales que a su vez se inhiben cuando ella no es placentera.

"Cuando a una persona se le hace escuchar música que le causa placer, se activan las áreas auditivas temporales y la circunvolución orbitofrontal (prefrontal) derecha, y se desactiva la amígdala derecha", puntualiza, para luego comentar que "lo contrario ocurre cuando la música se hace disonante, fenómeno asociado con la sensación subjetiva de displacer".

Y eso no es todo. La música placentera estimula el núcleo accumbens, un grupo neuronal frontal profundo, cercano a la línea media, en la base del cerebro. "Este núcleo se vincula a la sensación de recompensa, la risa, el placer, la adicción y el miedo, y se activa también con la excitación sexual, la cocaína, y... ¡el chocolate!", escribe el autor de "El cerebro y la música".

A modo de resumen, el neurólogo reitera que hipotálamo, locus coeruleus, corteza insular, amígdala, circunvolución orbitofrontal y núcleo accumbens "son los grandes mediadores de nuestras emociones conscientes e inconscientes, incluida la emoción musical, que finalmente analizará nuestra corteza cerebral".

BAILAR SIN VERGUENZA

Al unificar, intensificar, contagiar y sobre todo sincronizar su efecto emocional, la desinhibición conductual que la música genera resulta mayor que la provocada por otras expresiones humanas: induce mayor comunicación entre las personas, mayor estimulación afectiva, mayor contacto emotivo y mayor activación física, asegura Fustinoni.

"En la música, expresión abstracta, -añade- el estímulo es auditivo y muy intenso, más aún que el visual de las artes plásticas, al menos, a juzgar por los movimientos corporales que la música induce, que reconocen también un mecanismo de neuronas en espejo". 

De hecho, estas "neuronas en espejo" parecen ponerse en juego en forma marcada en los bailes, en particular en aquellos en los que la pareja se enlaza y, en especial, en el tango, en el que uno de sus miembros debe seguir, precisamente "en espejo", los movimientos danzantes del otro, dice el especialista en Neurología, quien considera que es probablemente por este mecanismo que el tango se ha mostrado beneficioso en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson.

En "El cerebro y la música" el autor también aborda el vínculo entre la genialidad musical, la herencia y ciertas características cerebrales, además de analizar los casos de los más grandes músicos de todos los tiempos y el modo en que ciertos trastornos mentales pueden influir en el proceso creativo.