Mirador político

Scioli no actuó mal

Pese a las críticas recibidas por no participar del debate entre candidatos presidenciales, Daniel Scioli no ha transgredido ningún precepto de la democracia

Pese a las críticas recibidas por no participar del debate entre candidatos presidenciales, Daniel Scioli no ha transgredido ningún precepto de la democracia. Como era previsible su ausencia recibió cuestionamientos, pero partieron de los organizadores y de la oposición, que difícilmente podrían haber dicho otra cosa.

Scioli no tenía ninguna obligación legal o cívica de concurrir, especialmente en un contexto en el que la palabra de los dirigentes está completamente devaluada y la institución en la que el debate tiene su sede natural, el Congreso de la Nación, fue convertida en una "escribanía" en la cual las holgadas mayorías del kirchnerismo votan a libro cerrado y sin chistar cualquier proyecto que les mande el Poder Ejecutivo.

Nunca se oyó, sin embargo, a los organizadores del debate del domingo rasgarse las vestiduras por esa degradación de la democracia.

¿Qué hubiera sumado la participación de Scioli en una competencia de consignas en la que no hubo ningún debate real? Las generalidades que constituyen el centro de su campaña -como, dicho sea de paso, también la de sus competidores- no revisten el menor interés. Así parecieron entenderlo los espectadores que prefirieron dedicar su tiempo a ver fútbol en lugar de un torneo de promesas y buenas intenciones sin ninguna explicación sobre cómo convertirlas en realidad. Más aún, muchos de los canales que no se cansaron de pontificar sobre la necesidad del debate dedicaron su programación a otros asuntos.

A lo que hay que añadir que la credibilidad del kirchnerismo es nula. El que se está retirando es un gobierno que utilizó sistemáticamente el ocultamiento y la tergiversación como herramienta de propaganda. Que falta a la verdad por cadena nacional y que convirtió las estadísticas oficiales en una burla. De manera que el candidato del Frente para la Victoria estaba en franca desventaja: habría tenido que dar explicaciones de errores garrafales de gestión económica con una capacidad de antemano ínfima de convencer a la audiencia. También sobre actos de corrupción, presiones a la Justicia y ataques a la prensa independiente en los que no tuvo participación y de los que erróneamente se está haciendo cargo.

En 1989 su mentor político, Carlos Menem, prometió en campaña la revolución productiva y el salariazo, pero una vez en el poder hizo exactamente lo contrario: un monumental ajuste. También había faltado al debate con Eduardo Angeloz, pero eso no cambió nada. Tiempo después admitió públicamente que si hubiese dicho lo que pensaba hacer nadie lo hubiera votado. ¿Qué valor tiene la palabra de un candidato?
Más valor, en cambio, tienen los hechos. Por ejemplo, la presentación de un enviado de Scioli en el Consejo de las Américas, el gobernador Juan Manuel Urtubey, afirmando que hay que llegar a un acuerdo con los "holdouts".

Scioli intentó después atenuar el impacto que había tenido en el kirchnerismo el viaje de Urtubey a los Estados Unidos y su contacto con el J. P. Morgan, pero los hechos hablan por sí solos: si gana, recibirá una herencia económica desastrosa, por lo que necesita financiamiento. De allí que los hechos impongan políticas que las palabras niegan. De allí que lo importante es lo que Scioli está dispuesto a hacer, no lo que dice.