Volvió, diez años después

La última felicidad de Bruno Fólner

Por Mempo Giardinelli
Edhasa. 152 páginas

Diez años después de haber publicado su última novela, Mempo Giardinelli volvió al ruedo con La última felicidad de Bruno Fólner, una historia sencilla por donde se la mire. Pretenciosa en su afán por volverse reflexiva, lleva adelante reiterados ejercicios de introspección, naufragando en el intento, la mayoría de las veces.

Bruno Fólner es el pseudónimo inventado por G.R. -una deformación del apellido Faulkner-, un escritor de escasa trascendencia que, entrado en los 60 años, toma una decisión irreparable que la cambiará la vida, de una vez y para siempre.

En su planificado escape, el protagonista de esta historia narrada en primera persona recalará en una playa brasileña a la que bien le cabe el adjetivo de paradisíaca. Allí se quedará para vivir lo que ya adelanta el título del libro: su última felicidad. Que puede traducirse en algún furtivo encuentro amoroso, desesperados intentos por escribir algo y una buena dosis de melancolía.

El relato, que se confunde en el difuso límite de la nouvelle, deja en claro un par de ideas. Entre ellas, que la huida física no permite evadir los problemas. Que el temor, la culpa, el dolor, son espinas que se clavan por dentro y viajan con uno adonde querramos ir. Ni más ni menos que eso, una idea que no es original, pero es cierta.

Columnista periodístico, autor de cuentos, ensayista y poeta, esta reaparición de Giardinelli toma distancia en calidad de lo que han sido otras obras de su autoría, tal el caso de La revolución en bicicleta, su primera creación. Como si la pluma chaqueña, que escribió La última... entre Charlottesville y Resistencia, lo hubiera tomado como un ejercicio para mantener la mano caliente. Quizás, en breve, nos vuelva a sorprender.