Lograda novela de una debutante en las letras

Esta novela de Jessie Burton (Londres, 1982), actriz de profesión y secretaria por necesidad, bien ganados tiene los premios y elogios que cosechó tras publicarse en Gran Bretaña en 2014. Y con más razón si se repara en que es el primer intento en las letras de una joven que -aunque formada en Oxford, es cierto- sólo había conocido hasta ahora de audiciones fallidas y trámites en la City londinense. Vaya debut literario.

Por lo original del argumento, por la eficaz imaginación histórica (transcurre en la Amsterdam pujante y calvinista de fines del siglo XVII), por su estilo claro y contenido y por la adecuada dosificación del suspenso, La casa de las miniaturas es, amén de cierta visión feminista anacrónica en el contexto del relato, una obra lograda en todos sus aspectos, que cumple con la vieja máxima muchas veces olvidada: atrapar al lector con una historia bien contada. Nada más y nada menos.

Su protagonista es Petronella (Nella) Oortman. Una muchacha campesina de 18 años recién unida en matrimonio arreglado con Johannes Brandt, próspero comerciante holandés que la dobla en edad. Es el principio de una vida nueva que la flamante señora Brandt verá trocada en pesadilla desde el momento en que ponga un pie en la mansión de su esposo. Porque a la inexplicable distancia de Johannes ("habla todas las lenguas menos la del amor", protesta ella) se agregará la frialdad de su cuñada solterona, que también vive allí con dos sirvientes: una cocinera irrespetuosa y un negro que atrae todas las miradas de una ciudad racista.

Aislada en ese ambiente enrarecido, Nella sólo hallará consuelo en el curioso -y metafórico- regalo de bodas de su esposo: una réplica en miniatura de su propia casa. Práctica nada inusual entre las familias opulentas de la época y que obligará a la infeliz esposa a contactar a una miniaturista para dotar de muebles y habitantes a la casita. 

Ese divertimento, aniñado al principio, es el núcleo de la historia y cobrará dramatismo con el correr de las páginas al comprobarse que los envíos de la misteriosa artista -con sus representaciones al detalle de objetos y seres de carne y hueso- actúan como ecos o presagios de la exacta vida que transcurre dentro de la residencia. Y de los secretos y dobleces que ocultan todos sus moradores, que en ningún caso son lo que parecen.