Una señora del oficio de escribir

La española Rosa Montero estuvo una vez más en Buenos Aires, ahora para presentar "El peso del corazón", segunda de sus novelas protagonizadas por su alter ego androide, Bruna Husky. Una nueva excursión a la fantasía futurista.

Aún sentada frente a una cámara o a un periodista, ella mira hacia todos lados, hacia donde sea que su atención la lleve. Inquieta, finaliza un diálogo, mientras escucha atenta a alguien que le trae noticias de algún conocido. Se llama Rosa Montero, es escritora y su kinético accionar habla mucho de su personalidad y su modo de escribir.

Enérgica y con autoridad, esta señora del duro oficio de escribir, periodista y autora de catorce novelas e infinitas crónicas estuvo una vez más en Buenos Aires para presentar en la Feria del Libro El peso del corazón, novela que, al igual que Lágrimas en la lluvia, está protagonizada por su alter ego, Bruna Husky, un androide destinado a vivir diez años y que entra en su séptimo peldaño de vida total.

Su respuesta sobre su inicio en la escritura la conduce al recuerdo de una infancia diferente en su Madrid natal, donde a partir de los cinco años la anemia y la tuberculosis marcaron ciertos aspectos de su vida y la llevaron a escribir durante su reclusión de cuatro años, a partir de los cuentos de ratas parlantes que los años transformarían en un fabulario de personalidades variadas, de distinto pelaje y grosor. En ellos confluirían brillos, coloridos, situaciones de humor negro o la sencilla aparición del amor. Momentos que remiten a un simple recuerdo de su infancia con padre banderillero y familia unida.

"Mi padre -evoca- formaba parte del mundo del toreo, que odio, y muy pequeña (su padre abandonó la actividad cuando ella tenía cinco años) lo veo yéndose de mi casa a la Plaza, todo brillante en su traje de alamares. Lo saludábamos, la familia, entusiasmados. Y después veo a mi madre, a la tía, a la familia, ponerse a rezar hasta que todo terminaba. Sí. Nunca íbamos a la Plaza de Toros". 

Imágenes fuertes como la del brillo operístico que surgía del traje de luces y el inmediato run run de las oraciones, que contrastaban con la alegría inicial del deslumbramiento frente al traje de luces, con el temor inmediato vislumbrando la posibilidad de muerte ante la bestia, atemperado por la tranquilidad de la fe.

Una juventud durante el gobierno de Franco muestra a Rosa Montero como una chica hippie, estudiante de humanidades y luego de periodismo, formando parte de "la efervescencia de grupos teatrales independientes como Canon o Tábano".

"Fui parte de Castañuela 70", dice refiriéndose a la obra del grupo Tábano, que en pleno éxito fue suspendida por el gobierno franquista, y la empujó a salir de gira por el exterior con obras de autores como Peter Weiss.

Sin lugar a dudas, la característica actitud crítica de la escritora estuvo siempre de acuerdo con su forma de vivir, la misma actitud crítica que la lleva a decir: "No se debe vivir de la novela. Si se hace, se pierde la libertad. Hay que conservar la libertad sobre lo que hace entender mejor el mundo. Escribir da sentido a la existencia".

A la pregunta ya clásica de por qué escribe, Rosa Montero, quien fue jefa del suplemento dominical de El País, diario en el que se inició casi adolescente en el periodismo, responde en forma categórica: "No me veo sin escribir. Con la escritura se vive, se aprende, se alcanza la madurez y la madurez es la libertad". 

La autora de La hija del caníbal habla de la aspiración a la grandeza literaria que todos los escritores tienen, "ese llegar a hacer la mejor novela que jamás se escribió". Y subraya algunos de sus favoritos: Vladimir Nabokov, ("¡a quién no le hubiera gustado escribir Lolita!") y la conocida escritora fantástica Ursula K. LeGuin (Los desposeídos: una utopía ambigua, La mano izquierda de la oscuridad).

Y precisamente la fantasía y el mundo de la ciencia ficción son los que están marcando los nuevos intereses de Rosa Montero, como lo aseguran sus novelas Lágrimas en la lluvia y sobre todo El peso del corazón, la obra que presentó en la última Feria del Libro de Buenos Aires. 

"Es de las que más me gustan, especialmente su personaje, Bruna Husky", porque muestra que no es nada fácil ser androide en la Madrid del futuro, atiborrada de droides, androides y otros personajes. "Suerte de detective de este thriller existencial de 2409, a Bruna la contratan para buscar a una persona desaparecida y allí comienzo un viaje hacia un mundo oscuro y corrupto", explica.

Muchos hablan de la similitud de caracteres entre Bruna Husky y su autora y ella ha declarado que en Twitter emplea ese nombre y que preexiste a la primera novela en que aparece el personaje. "Me interesa crear un mundo literario propio, establecer relaciones con los seres humanos, construir heroínas", abunda. 

En vista de la popularidad que está teniendo, Bruna Husky, ese ser calvo, fuerte y curioso, demanda una tercera novela que seguramente su creadora le concederá.