La segunda carta presidencial enreda las cosas y hace aparecer a Nisman como un títere del señor Stiusso

Para contribuir a la confusión general

El principal objetivo de los enemigos que la acechan, según su nuevo mensaje, no era la solidez de la denuncia penal en su contra, sino el asesinato de su acusador. Asesinato que, paradójicamente, ella misma había declarado suicidio pocas horas antes.

La segunda carta de la Presidenta en Facebook sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman fue recibida con críticas previsibles, pero tiene su lado positivo: desnuda una "estrategia" improvisada de apuro después ser tomada por sorpresa. Más que una estrategia parece un acto reflejo y funciona a partir de cuatro principios básicos: no dar la cara, no responder preguntas, no hacerse cargo de que está en el poder y contribuir en la medida de lo posible a la confusión general. Por eso, Facebook; por eso, la Presidenta no tomó ninguna medida contra los agentes de seguridad que abandonaron de la custodia del fiscal y le dejaron el muerto; y, por eso, el revoleo de teorías fantasiosas hasta el surrealismo, como la difundida hoy: que el fiscal fue títere de fuerzas del mal, que lo usaron para acusar a la Presidenta y después de que cumplió obedientemente su cometido lo eliminaron para incriminarla.

En realidad, el principal objetivo de los enemigos que la acechan, según su nuevo mensaje, no era la solidez de la denuncia penal en su contra, sino el asesinato de su acusador. Asesinato que, paradójicamente, ella misma había declarado suicidio pocas horas antes.

La "estrategia" de embarrar la cancha no es nueva, ni patrimonio exclusivo del kirchenrismo. Este Gobierno la practicó recientemente cuando estalló el escándalo de la ruta del dinero "K" y comenzaron a aparecer fondos de Lázaro Báez en el exterior. Como contragolpe, lanzó una acusación contra el HSBC por cuentas abiertas a clientes argentinos en Suiza y hasta creó una comisión bicameral con mayoría kirchnerista para investigarlas. Intentó ocultar un elefante entre una manada de elefantes.

La segunda carta enreda las cosas y hace aparecer a Nisman como un títere del señor Stiusso, aunque cita al propio fiscal diciendo que toma los datos del espía con pinzas. No sólo tergiversa, saca conclusiones de premisas que no las autorizan y mete en la bolsa una variada cantidad de personas que van desde el vicepresidente de Boca hasta al "Fino" Palacios. La conclusión general es la de siempre: una conspiración mafiosa de buitres, caranchos, servicios, medios, jueces y fiscales persiguen a la Presidenta porque el pueblo la ama y lo está pasando maravillosamente en la Costa Atlántica.

La "estrategia" tiene, sin embargo, sus inconvenientes. Primero, no convence a nadie, ni siquiera al 15% de la población. Segundo, confunde a sus propios allegados que se hicieron eco de la teoría del suicidio y quedaron en ridículo: Sergio Berni, Aníbal Fernández, Julián Domínguez y Juliana Di Tullio. Tercero, muestran un liderazgo ausente que se limita a redactar cartas, no controla nada (menos aún a los servicios) y manda a que otros pongan la cara por ella.