Mirador político

Su peor enemigo

Asegura CFK que "alguien" le ordenó a Nisman volver al país, y desliza que ese alguien u otro alguien (no queda claro) le escribió la denuncia. Que un presidente lance alegremente sospechas de esa magnitud provocaría una conmoción en cualquier país civilizado. Que, además, sugiera -sin mostrar una sola prueba- que el fiscal que la acusó actuó en combinación con el principal grupo mediático del país, bordea el realismo mágico.

El fiscal Alberto Nisman acusó a la presidenta Cristina Fernández el miércoles pasado de haberse aliado con terroristas. Cuatro días más tarde apareció muerto. Como respuesta oficial, la Presidenta subió una carta a Facebook de confusa redacción en la que parece sugerir que no se trató de un suicidio, sino de una conspiración tramada por el grupo Clarín. Según esta lógica peculiar, a Nisman lo mataron por cumplir la orden de atacarla.

El simple hecho de que la Presidenta haya comunicado su posición frente a uno de los episodios de mayor gravedad política en décadas a través de una red social da una idea del deterioro institucional del país. Pero el contenido del mensaje es más alarmante, porque genera dudas sobre la percepción que tiene sobre la realidad en que vive el resto de sus compatriotas.

El texto es desconcertante y, como apuntó la ex senadora Graciela Fernández Meijide, parece haberle sido sugerido por un enemigo. ¿Por qué? Porque es errático, contradictorio, incoherente, autorreferencial hasta el narcisismo y tiene como obvio objetivo sembrar la misma confusión que denuncia.

En el primer párrafo habla del suicidio de Nisman y en el segundo lo relativiza, poniéndolo entre signos de interrogación. Los siguientes once párrafos los dedica a contar su relación con la causa AMIA. El relato incluye tiernos recuerdos de sus hijos, la denuncia de un atentado en tiempos del proceso militar del que se presenta como víctima y un detalle de los fraudes procesales cometidos anteriormente en la causa AMIA.

Después de hacer la apología de su intervención en el tema, se muestra indignada porque se la acuse de encubrimiento de los iraníes sospechados del ataque y comienza a desacreditar a Nisman. Muestra su desconfianza porque interrumpió sus vacaciones para presentar la denuncia penal contra ella y descalifica la acusación contra Timerman porque es judío (?) y contra Larroque porque hace 20 años iba al colegio secundario (??). Conviene aclarar que el presunto delito de encubrimiento se produjo hace dos años.

Asegura CFK que "alguien" le ordenó a Nisman volver al país y desliza que ese alguien u otro alguien (no queda claro) le escribió la denuncia. Que un presidente lance alegremente sospechas de esa magnitud provocaría una conmoción en cualquier país civilizado. Que, además, sugiera sin mostrar una sola prueba que el fiscal que la acusó actuó en combinación con el principal grupo mediático del país bordea el realismo mágico. Ni en Macondo ocurriría.

El problema no reside, sin embargo, en que la Presidenta pueda suscribir una construcción mental de ese porte, sino en que una conspiración como la que describe no puede ser materia de una carta en Facebook, sino de una denuncia penal inmediata en defensa propia, de sus allegados y, más importante aún, del orden constitucional.

Pide, por último, conmovedoramente que el Poder Judicial actúe y recuerda que Nisman tenía custodia de la Policía Federal y de la Prefectura, fuerza que están bajo su mando. Tiene razón por eso Fernández Meijide: nada puede dañar más la imagen presidencial que una divagante excusación autoifligida.