Recuerdos de la vida literaria

Josefina Delgado evoca en "Memorias imperfectas" rescata el perfeccionismo del Borges ciego y prologuista, la curiosidad insaciable de Cortázar y la triste muerte de Donoso.

Josefina Delgado recupera en Memorias imperfectas escenas y sensaciones de la cotidianeidad compartida con escritores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, José Donoso, Idea Vilariño y José Saramago, a quienes rinde homenaje sin olvidarse de autores más jóvenes a los que trata como "hijos literarios".

Testigo privilegiada de esos años, muchos de ellos signados por las dictaduras de la década de 1970 en Latinoamérica, Delgado (1942) recrea en este libro publicado por Sudamericana, gestos y palabras de un Jorge Luis Borges acechado por la ceguera, recorridas por Buenos Aires junto a Julio Cortázar, y cálidos encuentros en Chile con José Donoso, con quienes construyó una entrañable amistad.

En una entrevista con la agencia Télam, la crítica literaria y autora de Escrito sobre Borges, El bosque de los libros. Cómo leer y por qué y Salvadora. La dueña del diario Crítica, cuenta que escribir estas memorias le resultó "muy movilizante", porque recordó a "gente querida a la que no le fue tan bien" y debió exiliarse durante la dictadura militar.

"Son esas muertes tremendas porque no hubo reparación. Hay dos casos: el de Daniel Moyano y de Antonio Di Benedetto, porque no hubo rescate de ellos como afectados por la dictadura", señala respecto de un período que la marcó a fuego como estudiante en la Facultad de Letras, y en otros momentos como docente, escritora y crítica.

"Di Benedetto la pasó mal, estuvo en la cárcel, y Moyano no sé si estuvo preso, pero tuvo que irse del lugar donde quería vivir, y de hecho ahora lo incluí en una antología de cuentos", explica en un intento por rescatarlo del olvido.

Parte de las memorias literarias surgieron de diarios ocasionales "que valía la pena guardar, aunque no pensara "esto lo voy a usar", pero me servían a mí para elaborar", relata Delgado, dedicada a la gestión cultural como subdirectora de la Biblioteca Nacional entre 2001 y 2002 y actual jefa de gabinete del Ministerio de Cultura porteño.

-¿Qué momentos compartidos con Borges incluyó en las Memorias...?

-Me acuerdo que estaba en su casa y vino una mujer de la televisión italiana y una madre -Agustina Paz- cuya hija había desaparecido, y le agradeció especialmente que firmara una solicitada por los desaparecidos. Salía a caminar con él y aparecían madres de desaparecidos agradeciéndole. La participación de él en ese sentido fue muy grande y eso no se lo reconocen mucho, lo vapulearon, muy injustamente. Era un liberal, lo que no le impedía tener sus ideas políticas. De todas formas no creo que la injusticia de las criticas lo afectaran. Creo que era muy seguro en el sentido de saber quién era en un sentido profundo; no en que todo el mundo lo iba a reverenciar. El había vivido una vida cerrada, siempre, dedicado a lo que le interesaba hacer.

-¿Cómo fue trabajar con él en la escritura del prólogo a obras selectas de Shakespeare?

-Trabajábamos horas y ni un café, ni un vasito de agua tomábamos (se ríe), yo con otras personas estaba acostumbrada a cortar y tomar un café, pero él tenía una cosa de austeridad en el trabajo muy interesante. También se lo veía frágil, solitario. Y los paseos eran lindísimos, él no podía pasear si no era con alguien. Y ser compañera de paseo era interesante, y si bien mi rol era intercambiable, tenía que haber un feeling.

-¿Cómo era en el trato con usted y los demás?

-Lo abierto que era conmigo lo era con otros. En un punto a mí me daba miedo, porque el abría así (hace el gesto de abrir una puerta) y podría ser un ladrón, un secuestrador, no sé, y no tenía miedo, eso era maravilloso, y por la calle también hablaba con la gente, aunque era un momento para replegarse.

-¿Cuál es el recuerdo más doloroso y más alegre que incluye en Memorias...?

-La muerte de Pepe Donoso es el más triste. Yo lo adoraba, estaba enfermo, tenía una enfermedad crónica que era hepatitis C o B crónica, no recuerdo bien, y lo había debilitado. Hacía un tiempo que no lo veía (se pone seria), no había venido a la Feria del Libro anterior a su muerte, no me acuerdo cómo me enteré de su muerte, tal vez hay una negación de mi parte. Pero para mí fue muy triste, porque él y su mujer eran personas que estaban muy ligadas a mí, fue muy triste.

-¿Y el recuerdo más alegre?

-Eso -y señala la tapa del libro, donde se la ve en una foto con Julio Cortázar, caminando por una calle de Buenos Aires y riendo con ganas- porque esa escena tiene una doble alegría: porque era muy lindo estar con él, literariamente, y además es unos días antes del 10 de diciembre de 1983, de la asunción del presidente Alfonsín y estábamos todos despertando a una vida que era completamente diferente, éramos jóvenes, no teníamos más de 40 años, era el comienzo de todo.

EL CRONOPIO

-¿Hubo algo especial que le haya sorprendido de Cortázar?

-La curiosidad, que para mí es fundamental, una persona que no tiene curiosidad para mí está casi muerta. Y él tenía curiosidad por lo que había alrededor, porque la gente le llamaba la atención. Recuerdo entrar a una casa de San Telmo en la calle Humberto Primo. Ese patio al que entramos, en un conventillo, una casa muy linda, y el podría haber mirado y nada más, pero había una mujer colgando ropa y entonces le preguntó quiénes mas vivían allí. No era la cosa de buscar el efecto de ver si la gente lo conocía. No, nada más lejos de eso. El hecho de que a mí me preguntara cosas sobre mi vida lo demuestra, porque podría no haber dicho nada, podría haber hablado de generalidades, de política, de literatura, sin embargo su interés era saber qué hacía, dónde trabajaba.

-¿Qué opinión tiene de las nuevas generaciones de escritores respecto de aquellos creadores?

-En las nuevas generaciones hay un "yo" que es a medias ficción, a medias realidad, que está muy desarrollado y está produciendo cosas muy interesantes. En este sentido siempre digo que tengo hijos literarios como Jeremías Gamboa, que me parece un gran novelista; Patricio Pron que vivió en Alemania y ahora está en España; el chileno Alejandro Zambra, que habla de la literatura de los hijos, porque dice "somos los hijos de los que vivieron la dictadura", Edmundo Paz Soldán. Es toda una generación que nació alrededor de 1975 y que tiene mucha fuerza.