Con escasez de ideas en la puesta en escena y una Orquesta Estable con remarcable pulcritud musical

Las potentes voces de "Elektra"

Si bien en sus aspectos vocales las cantantes principales mostraron potencia y vibración, lo cierto es que en su costado dramático la versión no resultó demasiado convincente. La puesta en escena no pareció descontextualizada, pero fue sin duda un tanto elemental.

"Elektra", ópera en un acto. Texto: Hugo von Hofmannsthal. Música: Richard Strauss. Vestuario: Alejandra Espector. Iluminación, escenografía y régie: Pedro García Caffi. Cantantes: Linda Watson, Manuel Uhl, Iris Vermillion, Enrique Folger, Hernán Iturralde, Alejandra Malvino, Alicia Cecotti, Virginia Correa Dupuy y Marisú Pavón. Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Roberto Paternostro). Colón. Martes 28.

Estrenada en el Colón en 1923, con la Filarmónica de Viena y dirección del propio Richard Strauss,"Elektra" tuvo en el podio con posterioridad nada menos que a Kleiber y a Böhm, a von Matacic, Hager y Leitner, y como protagonistas de prestigio mundial a Rose Pauly y Christel Goltz, Gladys Kuchta, Daniza Mastilovic, Hilde Behrens y Ute Vinzing.

La formidable ópera (de 1909), basada en Sófocles y en Eurípides, con excelente y creativo texto literario de Hugo von Hofmannsthal, fue objeto el martes de una nueva producción en la sala de la calle Libertad y si bien en sus aspectos vocales las cantantes principales mostraron potencia y vibración, lo cierto es que en su costado dramático la versión no resultó demasiado convincente.

PUESTA ELEMENTAL

A cargo del director general y artístico de la sala, Pedro García Caffi (Marcelo Lombardero declinó el encargo), debe decirse desde ya que la puesta en escena no pareció descontextualizada, pero fue sin duda un tanto elemental. La definieron siete grandes y desabridas formas cónicas, la iluminación puso en evidencia escasez de ideas debido a la repetición y simpleza de sus propuestas, y la régie dejó librado a los recursos de cada uno el cometido teatral (fue notoriamente débil en este terreno la actuación de Iris Vermillion). 

En cuanto al vestuario, diseñado por Alejandra Espector, puede afirmarse que se vio demasiado primario. 
En la ejecución de una partitura de tan esplendoroso vuelo, tensión y cromatismo, la Orquesta Estable se manejó con remarcable pulcritud, al tiempo que Roberto Paternostro, maestro práctico y versátil, siempre presto a concertar cualquier título de cualquier nacionalidad y escuela, plasmó una traducción tan segura como superficial en sus meandros expresivos.

LOS CANTANTES

Las tres figuras más importantes, todas ellas de conocido recorrido internacional, lucieron con sus más y sus menos voces de incuestionable relieve. La mezzo germana Iris Vermillion (KlytemnŠstra) sobrellevó su ardua tesitura con gallardía e impecable dicción, registro criteriosamente colocado y graves sonoros y redondos. La californiana Linda Watson (Elektra) lució metal de sólida entereza, pujante y adecuadamente proyectado, y también estimables condiciones actorales, pero su canto de línea siempre plana en el orden acústico-expresivo le restó desde ya credibilidad trágica.

Enrique Folger (Aegist), elocuente e incisivo, y Hernán Iturralde (Orest), algo débil, completaron el elenco con eficacia. La artista más destacada de la noche, de todos modos, fue Manuela Uhl (Chrysothemis). La soprano de Ravensburg, cuyo sonido lírico casi spinto exhibió notas de limpio esmalte, acreditó asimismo bello color y volumen, intenso temperamento y consistente fortaleza para el pasaje alto, tan desgastante en el trabajo straussiano.