Mirador político

Lo aberrante como norma

Esta realidad se acepta con total naturalidad. Ese es uno de los principales obstáculos para dejar atrás la postración en que han caído la economía, la política, la vida institucional y cultural desde hace años, pero que en la última década ha adquirido una magnitud apabullante.

Lo aberrante se ha convertido, paradójicamente, en la norma, en lo que se acepta con total naturalidad. Ese es uno de los principales obstáculos para dejar atrás la postración en que han caído la economía, la política, la vida institucional y cultural desde hace años, pero que en la última década ha adquirido una magnitud apabullante.

Sobran los ejemplos, algunos desopilantes si no resultasen graves. Ante una denuncia periodística sobre la desaparición de un expediente en la investigación del caso de la ex Ciccone que podía incriminar al vicepresidente Amado Boudou, el ministro de Justicia Julio Alak se justificó de una manera que sorprendería si no fuera funcionario "K".

Alegó que en todos los poderes suelen extraviarse expedientes. Su segundo, Julián Alvarez, directamente sentó en el banquillo de los acusados al diario en el que había parecido la noticia. Un increíble intercambio de roles: los responsables del "extravío" imputando a los que lo habían hecho público.

La presidenta Cristina Fernández dice que no cree en las casualidades sino en "causalidades". Sería interesante que opinara sobre la "casualidad" de que se perdiera un expediente que podía haber aclarado quiénes son los dueños de "The Old Fund", el fondo que se apropió de la imprenta hasta que los kirchneristas del Congreso corrieron en auxilio de Boudou estatizándola, bajo la excusa de recuperar la "soberanía monetaria".

Pero hay un episodio, simultáneo a la intervención de Alak, más insólito todavía. El ex ministro menemista José Dromi acusó públicamente a la estatizada empresa YPF de hacer compras de gas en el exterior por centenares de millones de dólares sin que se sepa el precio. El contrato con los proveedores, explicó, "se ha hecho en inglés, con claves secretas, con claves blindadas y nadie conoce el pliego, ni el precio, ni nada".

Dromi no habló de corrupción, pero señaló la ausencia de "códigos de transparencia". YPF no tardó en contestarle. En un comunicado oficial afirmó que actuaba de la manera cuestionada para "poner fin a un proceso de intermediación y pago de comisiones". En lenguaje llano, para que los que lucraban con "comisiones" perdieran el negocio. ¿Quién manejaban la operatoria anterior? El ministro Julio De Vido a través de Enarsa. Roberto Dromi cobraba como el mismo admitió de una empresa española proveedora: gas Fenosa.

Es difícil encontrar un intercambio de sospechas de corrupción tan directo y claro entre funcionarios del mismo gobierno. De un lado el defensor de De Vido y por el otro los controladores de YPF, el CEO Gallucio y el ministro Kicillof. Hasta en Malawi hubiese provocado escándalo y destituciones. Aquí pasó poco menos que inadvertido para el grueso de la opinión pública.

Enarsa fue creada en tiempos de Néstor y De Vido para controlar las importaciones. YPF, estatizada en tiempos de Kicillof y Gallucio. Ambas creaciones fueron hechas en nombre de la "soberanía" energética. Para que fuese necesario importar combustible era necesario desalentar la producción local. Eso provocó el déficit energético, que llevó a la actual crisis del dólar. Pero a nadie llama la atención la cadena de hechos. A nadie asombra lo anómalo, lo aberrante como norma.