LA MIRADA GLOBAL

Paradojas de la era K

Los historiadores del futuro, cuando aborden los años del kirchnerismo, deberán ensayar la explicación de ciertas paradojas del período que todavía no pudieron ser aclaradas en forma convincente.

 

Los historiadores del futuro, cuando aborden los años del kirchnerismo, deberán ensayar la explicación de ciertas paradojas del período que todavía no pudieron ser aclaradas en forma convincente.

Primero tendrán que desentrañar la particular combinación de populismo y economía de mercado que signó los prolongados gobiernos de los K. Aunque estatistas, no arrasaron con el sector privado ni incurrieron en políticas abiertamente confiscatorias. Condenaron las privatizaciones de tiempos anteriores, es verdad, pero no impusieron nacionalizaciones masivas. Fueron selectivos en sus condenas.

Favorecieron a algunos empresarios en desmedro de otros, pero sin explicar jamás esas preferencias.Es cierto que, a lo largo de los años, intentaron un creciente enfrentamiento retórico con el gobierno norteamericano. Pero tras nacionalizar YPF y expulsar a sus antiguos propietarios españoles, entregaron parte del mejor yacimiento del país a una empresa estadounidense, Chevron. Y lo hicieron de un modo perentorio y en gran medida secreto.

El kirchnerismo ha gozado de privilegios insólitos, inconcebibles en ciclos políticos pretéritos. Aplastado en las elecciones de 2009, sus vencedores tardaron apenas un suspiro en disgregarse y en liquidar la coalición que los había llevado al triunfo. Desde entonces no volvieron a conformar una alianza de poder creíble.

Un par de años después, tras la imposición de un cepo cambiario suicida, la reacción de los mercados fue negativa pero contenida. Ninguna corrida fomentada por los grandes bancos puso de verdad en jaque a la gestión kirchnerista. Ni una sola vez en once años, algo sumamente extraño en un país tan acostumbrado a los "golpes de Estado económicos", según la definición de la izquierda progresista.

La era kirchnerista logró instalar como gran novedad la influencia tendenciosa que los medios de comunicación ejercen sobre la sociedad. Ese hallazgo permitió convertir a los oficialistas en una suerte de combatientes de la resistencia contra el poder distorsivo de diarios y canales de televisión. Con los K el oficialismo fue sinónimo de rebeldía.

Los medios se transformaron así en el gran enemigo del elenco gobernante, aunque al comienzo, en 2003, fueron sus grandes aliados. El conveniente romance inicial duró los años necesarios para que la nueva corriente se adueñara del poder y aplicara una serie de cambios mucho más ambiciosos de lo que parecen a primera vista, en áreas que van de la economía a la vida social y personal, de la educación a la justicia, de la defensa y la "política de derechos humanos" a la energía y las nuevas tecnologías.

La era K marcó agenda, esa es la expresión que suele usarse en los medios, incluso en los opositores. Y lo sigue haciendo, aun en la etapa que debería ser la de la despedida, los últimos años que precederían al derrumbe que nunca llega, el colapso inminente tantas veces anticipado que, sin embargo, no se materializa.

¿Cómo lo consiguieron? ¿De dónde obtuvieron y obtienen esa extraña habilidad para caer siempre parados, anticiparse a los hechos y descolocar a sus presuntos adversarios? Son preguntas que aun permanecen sin respuesta.