El presidente de la Academia Nacional de la Educación, Pedro Barcia, cuestiona la medida

"La inclusión se deteriora por incumplimiento de buenas normas"

 

En diálogo con La Prensa, el presidente de la Academia Nacional de Educación, Pedro Barcia, dio su opinión sobre las modificaciones que se implementarán en las primarias bonaerenses y el sistema educativo actual.

- ¿Cual es su opinión sobre las modificaciones en la evaluación en la provincia de Buenos Aires? ¿Cómo se ha debatido, es bueno o ayuda a que se promueva el facilismo, la falta de esfuerzo?-

-La Resolución 1057/14 requiere atenta lectura. Lo que se ha cuestionado es el contenido del capítulo VI. No anula los aplazos, cambia las escalas de calificación y utiliza diferentes escalas para los dos ciclos. Primer paso discutible: dos escalas diferentes en primaria. Para el primer ciclo de primaria (1º a 3º grados) se usará la calificación "conceptual": regular, bueno y muy bueno. El "regular" corresponde a "desaprobado". Esta decisión generará confusión porque altera la acepción común de "regular", que supone: "lo ajustado a regla" o "lo de condición media o inferior", pero no el rechazo decidido o el aplazo, en el caso educativo. El pretender suavizar el nombre de la realidad y desplazar el sentido de un término la confundirá, y asistiremos a duras polémicas con los padres para quienes lo "regular" no está "mal", no es "aplazo". En el segundo ciclo (4º a 6º grados) la calificación será "numérica": a) se suprimen el 1, el 2 y el 3, como aplazos. El alumno será desaprobado si obtiene 4, 5 o 6. Y aprobado, si logra 7, 8 o 9. Es difícil de entender por qué se adopta una escala interrupta (del 6 al 10). Algunos afirman que esto tendrá proyecciones en las estadísticas futuras.

- ¿Entiende que se estigmatiza a los chicos poniéndoles un 1? ¿Existe para usted otras formas en que se estigmatiza a los estudiantes?

- Cuando los padres y los alumnos sepan que 4, 5 y 6 son aplazos, estas cifras serán tan "estigmatizadoras" como las anteriores. La modificación es más bien cosmética y de corto efecto, con buena intención pero inefectiva en la realidad, porque no la supera, la disimula. La resolución en su página 16 dice: "La calificación constituye un derecho en tanto y en cuanto es el acto de comunicar en forma sistemática el juicio de valor expresado en una escala numérica o conceptual que permite tomar decisiones". Si la comunicación de la realidad al aplazado es diluida con palabras ambiguas o notas fuera de la escala habitual no se podrá cumplir con el objetivo de tomar decisiones. Porque el aplazo neto es una luz roja, llamada de atención a todos los integrantes del proceso: alumno, padres, docentes, directivos y Gobierno, para atender con urgencia a su recuperación. Aquí radica la clave: que el alumno perciba que todos se suman en su asistencia para que se supere, y si no se lo hace, esta si es estigmatización brutal. Ya vivimos esta teoría de no afectarlo al alumno con la corrección ortográfica. Se condenó, por sangriento, el color rojo. Se pasó a un verde ecológico; pero como abundaban las marcas en la página, se optó por solo marcar con lápiz negro el lugar del error sin explicarlo. En esta danza de colores, empeoró seriamente la ortografía. Y se aseguró el rechazo de un empleo cuando la nota de solicitud estaba plagada de errores. Hay que crear la conciencia del esfuerzo personal, de la disciplina aplicada al estudio, de que la vida no es una cuesta abajo, sino más bien un escalamiento que pide cultura de trabajo personal. Se insiste en que la voluntad firme es la de la inclusión del mayor número de alumnos en el sistema. Esto es loable y se va logrando. Pero no se ha avanzado sobre otros dos aspectos que consolidan la inclusión: el cumplimiento de los 180 días de clase que la ley establece o los 190, del Consejo Federal; y el ampliar las escuelas a jornada extendida o doble escolaridad. Se dictaminó por ley que para 2010 íbamos a tener un 30% de escuelas con el régimen de doble escolaridad. Solo se alcanzó el 5,7%. La inclusión se deteriora por incumplimiento de buenas leyes.
- ¿Desde su punto de vista cual debería ser la mejor manera de evaluar a los estudiantes?
No tenemos una firme cultura de la evaluación. La Ley Federal anterior imperó durante una década sin evaluaciones reales que permitieran ajustes, cambios de rumbo, etc. Los gremios muchas veces se oponen a la evaluación de los docentes, cuando sin diagnóstico no hay forma de hacer terapéutica. La Ciudad de Buenos Aires acaba de aprobar, con respaldo de los gremios, un Instituto de Evaluación de la Calidad Educativa. Buena muestra de conciencia hacia la calidad, compartida por docentes, gremialistas y políticos. La evaluación periódica de los alumnos en todos los niveles es un sano hábito, que lo acostumbra a probarse a sí mismo y estimar su progreso. No hay mayor motivación para uno que el saber que ha avanzado positivamente en el esfuerzo de estudiar.

- ¿Que debe tener en cuenta un docente a la hora de evaluar?
- En primer lugar, desde dónde parte el alumno y con qué "capital cultural" de base dispone. Si no tenemos en cuenta este punto de partida no habrá promoción con equidad y calidad. Debe prestar especial atención a estimular a cada alumno por los logros que vaya alcanzando cada uno, en su medida. Infatigablemente. Nunca confundir la nota de evaluación del rendimiento y progreso con un instrumento de castigo por otras razones.

- ¿Cómo ve el hecho de que se creen tutorías para acompañar a los chicos?
- Los países avanzados detectan tempranamente (en las aulas de inicial) las dificultades de cada alumno y disponen tutores para acompañarlos a subir la cuesta. Pero deben ser docentes especiales, para no recargar al maestro que tiene muchas tareas con otra fuera de turno. El tutorado debe ser encarado como una formación especial para el futuro. No improvisar en este campo.

- ¿Cuáles son las bases que deben construirse para tener una mejor enseñanza?
- Lo primero, por ser más tarea más ardua, es la formación de formadores. Usted puede con dinero y poco tiempo dotar a todas las escuelas de recursos electrónicos, de laboratorios y aún reparar los edificios. Pero la formación de personas profesionales llevará su tiempo. La formación de nuestros docentes, en general, es deficiente y los cursos de actualización inefectivos. El Instituto de Formación Docente es una excelente creación de la Ley de educación. Pero tropieza con una montaña: 1217 institutos de formación docente, con cientos de títulos diferentes y estructuras diversas. No es verdad que dispongamos de 25 mil especialistas para ocupar las cátedras de esos institutos. Se hace que se hace. Más aún, por falta de docentes para esos institutos hay alumnos de carreras de profesorado universitario que con el segundo año aprobado asumen la titularidad de cátedras en esos centros.