Murakami busca el tiempo perdido

A propósito de "Los años de peregrinación del chico sin color", que el año pasado salió en nuestro país y ahora acaba de publicarse en Estados Unidos, el escritor reflexiona sobre el uso del dolor y del pasado en su literatura.

La más reciente novela de Haruki Murakami es otra reunión riesgosa con el pasado. "El pasado es mi cofre del tesoro, y una vez que lo abro consigo tanto material ahí", explica el autor japonés de 65 años, cuyo libro Los años de peregrinación del chico sin color, aparecido el año pasado en la Argentina, se publicó días atrás en Estados Unidos con el título Colorless Tsukuru Tazaki and His Years of Pilgrimage.

Murakami, un candidato permanente al Nobel de Literatura cuya nueva obra vendió más de un millón de ejemplares en Japón y estuvo entre las cinco más vendidas de Amazon.com antes de su publicación en Estados Unidos, les ahorró tiempo a sus seguidores completando la novela en unas 400 páginas, menos de la mitad que su obra previa, 1Q84. Pero los lectores reconocen en ella varios de los temas habituales del autor nipón: la soledad, la desconexión y el remordimiento.

Apelando al recuerdo de relaciones rotas, Murakami presenta a un protagonista que se ve a sí mismo como aburrido e indeseado, sin "una sola cualidad" que considere "digna de alardear".

Tsukuru es un empleado ferroviario de 36 años dolido por un suceso ocurrido en la universidad, cuando cuatro buenos amigos de la infancia lo apartaron abruptamente sin decir por qué.

"Es arrojado de la cubierta del barco al mar, solo, de noche. Y entonces quise escribir sobre un sentimiento como ese. Lo que escribo es inventado, pero el sentimiento es real", comentó Murakami en una entrevista reciente con la agencia Associated Press, en las oficinas de su editorial estadounidense Alfred A. Knopf.

Para el autor y su personaje, el libro es la historia de una vida examinada y recuperada. Tsukuru busca a sus amigos exhortado por una mujer con la que ha empezado a salir.

El Washington Post juzgó admirable la novela, a tono con la perspectiva siempre provocadora, intrigante y extravagante del autor. Y que por lo general suele incluir en su núcleo una memorable composición musical.

En este caso, destacó el Post, los "años de peregrinación" de Tsukuru son un eco de Années de pelerinage, la obra maestra de Franz Liszt, cuya melodía "se ahonda en el corazón de nuestro héroe e infunde una tristeza exquisita a la historia".

El chico sin color, escribió la crítica Marie Arana, trata de las "dolorosas experiencias adolescentes que marcan el alma para siempre. Es una novela que causa un impacto profundo, no sólo por los oscuros estresijos que explora, sino por la magia que filtra en los subconscientes de sus protagonistas, por la distancia a la que irán para proteger o dañarse unos a otros, por las brillantes caracterizaciones que entrega a lo largo de ese camino".

Murakami cuenta que comenzó El chico sin color hace unos tres años pensando que sería un relato breve, pero que pronto se vio atrapado en el misterio de Tsukuru. 

El autor no sabía al principio por qué los amigos del protagonista (cuyos nombres o apellidos aluden a colores: rojo, azul, blanco y negro) lo habían abandonado, y expandió la historia con la intención de descubrirlo.

"Tenía que conocer su pasado -señala-. Lo estoy inventando y al mismo tiempo lo descubro".

LA EPIFANIA

Nacido en Kioto, nieto de un sacerdote budista por vía paterna y de un empresario de Osaka por el lado de su madre, Murakami asegura que se formó leyendo literatura occidental, en particular la estadounidense. Eso lo llevó a rechazar la herencia literatira nipona, y el medio cultural japonés no tardó en retribuir ese desdén.

Murakami dice tener un conocimiento extraordinariamente preciso de cuándo decidió convertirse en escritor. No sintió la epifanía de niño, sino ya con más de 20 años de edad. Eran alrededor de las 13.30 del 1 de abril de 1978 y asistía a un partido de béisbol en Tokio, cuando vio a un estadounidense llamado Dave Hilton batear un doble.

"Fue en ese momento preciso que pensé: ¿Sabes qué? Puedo intentar escribir una novela", escribió en De qué hablo cuando hablo de correr, su libro de memorias publicado en 2007.

Su primera novela, Oye cantar al viento, vio la luz en 1979. Una década después ya era una super estrella gracias a Tokio blues, un éxito literario sobre el suicidio de un estudiante a fines de los años "60 y las cicatrices que ese hecho le dejó a su mejor amigo y a su ex novia.

Las obras más conocidas de Murakami incluyen Kafka en la orilla y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Ha Ganado el Premio Jerusalén y, apropiadamente, el Premio Franz Kafka por una obra que muestra un "personaje existencial eterno".

En persona, Murakami es un hombre corriente, con sus pantalones simples y campera impermeable, que equipara el acto de escribir con un trabajo manual. (Escribe todos los días por la mañana y a las 9 de la noche ya está acostado durmiendo). Al mismo tiempo es un hombre excepcional que piensa en la escritura como un tipo de transformación. En ese sentido apunta que mientras trabajaba en Kafka en la orilla se sintió como el protagonista del libro, el adolescente fugitivo Kafka Tamura, viendo lo que Kafka veía y creyendo lo que creía Kafka.

"Para poder ser cierto personaje, debemos ahondar muy, muy en lo profundo", sugiere. "Es un lugar frío y oscuro y hay que tener cuidado, o nos perderíamos...Hay que desprenderse de uno mismo".

En El chico sin color, Tsukuru tiene la mente de un novelista, con la realidad y la ficción tan entrelazadas que "a veces tiembla por toda esa emoción". A los personajes de Murakami a menudo les cuesta separar los sueños de la realidad, y el autor ha sido comparado con Gabriel García Márquez por detalles tan surrealistas como los gatos que hablan en Kafka en la orilla.

"Tanta gente piensa en la narrativa de (García) Márquez como realismo mágico, pero...para él, su mundo era realista y él simplemente escribía sobre sí mismo", distingue Murakami.

"Gatos que hablan, eso es realismo para mí, es muy natural para mí...(Pero) si cuando tenía 26 años me hubieran dicho que iba a ser un autor famoso y que vendría a Estados Unidos y me entrevistaría la Associated Press, no lo hubiese creído. Habría creído que me estaban tomando el pelo", responde con ironía.