Siete días de política

Boudou, símbolo de un gobierno en retroceso y sin respuestas

Sobreactuó el conflicto con los "buitres", pero no pudo ocultar la pérdida de poder y las dificultades económicas. Domesticó a la oposición, pero bastaron dos jueces para ponerlo en jaque.

La semana última el Senado fue un desierto. Por el receso invernal y la parálisis política los despachos estuvieron semivacíos. Uno de los pocos ocupados era el de Amado Boudou que, aislado, no tenía adónde ir, ni a quién recibir. El único que se animó a visitarlo fue Luis D"Elía, pero con un apoyo como el del ex piquetero que tiene una imagen negativa altísima y carga entre otras acusaciones con la de antisemita, no se necesitan enemigos.

Si la presidenta Cristina Fernández no cambia rápidamente de estrategia el vice se convertirá pronto en un símbolo de su gobierno: aislado, sin respaldo en un momento difícil y con una pérdida de poder ya imposible de ocultar. Si sigue aferrada a un funcionario que se deteriora como lo está haciendo Boudou, terminará compartiendo su suerte.

La situación judicial del vice empeora semana a semana. El miércoles último faltó por tercera vez a una cita con el juez Bonadío que lo investiga por la falsificación de papeles de un auto de su propiedad, asunto lamentable. La respuesta del magistrado fue amenazarlo públicamente con un pedido de juicio político. El mismo vice que arrasaba los juzgados y hasta la procuración hace apenas dos años, ahora es emplazado por un juez de primera instancia en medio del más absoluto silencio de la Casa Rosada y hasta de los voceros incondicionales "k".

Quienes conocen la causa del auto "flojo de papeles" dicen que su situación es tan endeble que un nuevo procesamiento parece inevitable. Si eso ocurre, el clima político del Senado se volverá asfixiante. La Cámara está paralizada "de facto" porque la oposición no quiere ir al recinto si él se presenta. En Diputados, el ambiente no es mejor; hasta una legisladora oficialista de la Comisión de Juicio Político admitió que "si tiene que ir preso, que vaya preso".

Para la Presidenta el problema no está, sin embargo, en el Poder Legislativo, sino en el Judicial. Después de 11 años de hegemonía el kirchnerismo domesticó a gran parte de la clase política cooptando a peronistas y afines y pactando con la oposición. El manejo del Tesoro Nacional obra esos modestos milagros de travestismo.

Pero con los jueces y fiscales no tuvo igual suerte. Hubo un núcleo que lo resistió a pesar de las presiones y consiguió sobrevivir. Haberse hecho de esos enemigos y al mismo tiempo arrastrar procesos por actos groseros de corrupción resulta una combinación peligrosa.

Así como los políticos comenzaron a emigrar del kirchnerismo a partir del año pasado -el caso más notorio fue Sergio Massa- los jueces y fiscales que habían soportado el aguacero de Justicia Legítima y de los operadores de la Cámpora están empezando a marcarle la cancha. El caso más notorio de esa pulseada de poder que el gobierno empieza a perder es el del fiscal José María Campagnoli. Apartado de su cargo por querer investigar a quien se sospecha que es testaferro de los Kirchner, Lázaro Báez, debió ser repuesto en su cargo después de que fracasara un intento de destituirlo.

La cuestión no terminó, pero resulta evidente que el mal cálculo de los operadores kirchneristas, con Alejandra Gils Carbó en primer lugar, es consecuencia de las defecciones. Donde antes había apoyos ahora hay reticencia o directamente, deserción.

Pero el mazazo de los viernes (todos los viernes hay una mala noticia judicial para la Casa Rosada) provino del fiscal Jorge Di Lello que solicitó la indagatoria del titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, y de la presidenta de la Casa de la Moneda, Katya Daura, en ambos casos por la causa Ciccone (ver Visto y Oido). El cerco se estrecha todas las semanas un poco más en torno al vice.

¿A qué se dedica entretanto la presidenta? A dar conferencias contra los fondos "buitres" que le ganaron a la Argentina un juicio tramitado en Nueva York. Su peregrinación por los foros internacionales no sirve de nada y su abuso de la retórica antifinanciera, menos. Sólo confundió a los mercados que no sabían si Argentina caería en un nuevo "default", aunque hacia el fin de semana recuperaron el optimismo.

Es que el "default" -"selectivo" o no- sería pésimo para la economía y, en particular, para el gobierno. Las señales de recesión son graves y por primera vez en once años cayó el consumo semestral en los supermercados. El festival del consumo era la única justificación electoral del kirchnerismo; su caída resulta en términos políticos más peligrosa que la destitución de una docena de budúes.