"SINTONIA Y CONJURO" DE GOLUBINSKY. RICHARD LONG Y EL LAND ART. LA MUESTRA DE LILIANA LIVNEH

El trasfondo de la vida

Los premios conseguidos y que sus obras figuren en museos de España, los Estados Unidos, Israel, Guatemala y Nicaragua, además de en colecciones argentinas, no le han quitado a Liliana Golubinsky la frescura, el desenfado y la visión satírica en la expresión plástica. Sigue ejercitando un lenguaje plástico que hace algunos años que llamó la atención de la crítica y del público en distintos medios y latitudes.

Ahora Liliana Golubinsky presenta las obras que conforman la serie "Sintonía y conjuro", realizadas con distintas técnicas hábilmente ensambladas en la puesta en valor de innumerables personajes que arman "puestas en escena" de muy efectiva lectura en su complejidad abarrocada. 

"En todos los formatos, aparecen mil y un personajes que actúan esas confidencias o señales que le llegan a la artista y que ella traduce en imágenes. Cada vez más atenta, palpita y se deja llevar por sensaciones. Por eso afronta el lienzo sin mapas ni preámbulos: descifra en el hacer esos mensajes que le retumban en el alma", dice Paula Zacharías en el prólogo del catálogo.

En la galería Rubbers, avenida Alvear 1585, hasta el 2 de agosto, de lunes a viernes de 11 a 20 y sábados de 11 a 13.30.

PURA NATURALEZA

Piedras, barro y madera del Tupungato, el Cordón de Plata andino, la pampa y el río Paraná dan forma a la primera muestra en la Argentina del británico Richard Long, creador y emblema del "land art", en lo que prefigura una oportunidad única para conocer su obra en el Faena Arts Center. 

El viejo edificio portuario alberga "Walking Mendoza", un "specific site" que Long diseñó teniendo en cuenta las dimensiones del otrora molino porteño, de 630 metros de superficie y 10 de alto, tras caminar durante catorce días por las tierras rocosas de Cuyo, la planicie pampeana y suelo litoraleño sin descanso ni metáforas, de eso tratan cuarenta y cinco años de reconocida creación artística.

Long se llama a sí mismo "artista de su tiempo" y "saltimbanqui", representante de la generación de "autoestopistas" del 60 y 70 que recorrió los cinco continentes haciendo arte pobre, minimalista o de la tierra, con el material que hallaba en su camino. 

Eso mismo ha seguido haciendo en la sala Molinos, donde presenta "Andes-Paraná", un "wall work" hecho con barro y arcilla de esas regiones; "Pampas Dreaming", una escultura con maderas del Litoral; un monumental texto que llamó "Poesía" y una selección del "land art" que produjo a su paso por Cuyo, cautivado por el Aconcagua, la cima más alta de Sudamérica. 

Ocurre que el arte de Long se sustenta en el caminar y la huella -el cambio sutil como constante imperturbable, la marca del hombre en el paisaje-, el tiempo como unidad de mesura y la repetición, "una nueva dimensión que surge cuando el viaje se transforma en obra", dice en sandalias con medias y pantalón al más puro estilo trekking.

Desde la famosa "A line made by walking" (Una línea hecha de caminar), foto que registra la recta que marcó en 1967 yendo y viniendo sobre sus pasos en un campo de Wiltshire; hasta "Heaven and earth" (Cielo y tierra), retrospectiva que en 2009 abría la Tate Gallery con exagramas del I-Ching pintados sobre un muro con lodo; su intervención en el paisaje es cuidadosa, efímera, no busca dominarlo como otros padres fundadores del "land art". 

"Todo mi trabajo es sobre una marca dejada por alguien que estaba pasando por un lugar", ha asegurado, y ahí están el Kilimanjaro con "la escultura más alta del mundo", dice con disimulada ironía; la deconstrucción de mil millas que hizo atravesando Irlanda de costa a costa, dejando piedras como hitos en su camino; o los sonidos captados en veintidós días de caminata por España, de norte a sur. 

Los senderos, círculos, montículos o formas geométricas de roca, hielo o cenizas que dejó a su paso en lugares tan remotos como Alaska, Mongolia o los Andes bolivianos, no tienen relación con lo ancestral: "Soy un artista moderno -precisa-, somos parte de la historia y la llevamos en la sangre". 

"Lo que hago es celebrar la naturaleza, aunque soy un animal artístico, no un animal político. La filosofía verde me interesa pero cuando comencé no había movimientos ambientalistas, mi interés tiene que ver con las caminatas, andar en bicicleta, la historia del arte y la aproximación al paisaje de Van Gogh", algo así como un registro emotivo del territorio o un autorretrato fuera de cuadro a través de esas vistas y panorámicas. 

"Mi trabajo es sobre aquello de lo que el mundo está hecho, sólo necesito agua y tierra para realizarlo y prefiero los materiales naturales. Las piedras son muy útiles porque puedo encontrarlas en cualquier lugar del planeta", sintetiza el artista, premio Turner 1989 nacido en Bristol en 1945, ciudad en la que se crió y a la que vuelve tras cada viaje.

"La mejor manera de estar en el mundo -concluye- es caminar a través de él. Camino persiguiendo ideas desde lo placentero -el campo es un placer, las montañas son un placer-, toda mi vida artística representa un punto de vista que he seguido por años. Hice lo mismo en diferentes sitios década tras década: caminata, contemplación, creación. Me llamo sólo artista -viajes, tiempo, barro, pintura- el denominador común entre todo eso soy yo". 

En Aimé Painé 1169, Puerto Madero, hasta el 28, de martes a domingos, de 11 a 19. 

LA POETICA DE LIVNEH

La naturaleza y el hombre signan en este momento la producción de Liliana Livneh, una artista argentina de formación internacional -hoy radicada en Israel-, que exalta los valores estéticos del material sobre el que trabaja, o del cuerpo humano, poniéndolos en valor, como detalles de un inmenso paisaje. La metáfora está a la vista, no por nada ha llamado "El poema y el cuerpo" al conjunto que expone. 

A las alusiones a la naturaleza y al hombre, hay que sumar las citas al pasado, con unas cariátides que en realidad con cuerpos que aparecen incorporados -o poseídos- por el aire.

La sensación del tiempo que transcurre se vuelve más dramáticamente visible con las pinturas dedicadas a Borges, Gonzalo Rojas, Joan Margarite, Nathan Zach, y Octavio Paz, que ella llama "aires" como para eludir cualquier idea de retrato y al tiempo señalar la evanescencia de la imagen, que asimismo se concreta en las reproducción caligráfica de poemas, intervenidos con una sucesión de signos que potencian el seguimiento de la lectura.

Muestra seria de Liliana Livneh, muestra hecha con una decisión que no oculta la ansiedad de la búsqueda, que provoca en el contemplador una activa participación.

En el Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín, hasta el 4 de agosto, de lunes a sábados de 11 a 20, domingos de 12 a 21.