LA MIRADA GLOBAL

Enigmas de Francisco

"De este Papa "que viene del fin del mundo" -escribió- nos podemos ciertamente esperar de todo", dijo Sandro Magister, vaticanista de la revista italiana L"Espresso.


                                       
Jorge Bergoglio lleva más de un año de pontificado y sin embargo, para algunos, sigue siendo un enigma. Y es que no faltan los motivos de duda. Ocurre que con sus palabras sencillas e improvisadas el Papa fascina a quienes más lejos están de la Iglesia, al tiempo que los fieles apegados desde siempre a la tradición católica escuchan con creciente inquietud un mensaje que insinúa cambios profundos en la práctica y en la doctrina de su fe milenaria.

Francisco pareciera jugar con esa ambivalencia. Si llama por teléfono a una mujer casada con un divorciado para habilitarla a comulgar porque "no está haciendo nada malo", a los pocos días ratifica en una de sus homilías matutinas el carácter indisoluble del matrimonio cristiano y lo defiende de los embates de la cultura moderna. De un lado dice que ya no es necesario insistir en las posiciones tradicionales de la Iglesia en materia de moral sexual; del otro, elogia la Humanae vitae, de 1968, acaso la encíclica más rechazada de los tiempos modernos, en la que Pablo VI ratificó la condena eclesiástica a las relaciones sexuales prematrimoniales, el aborto y la anticoncepción.

El Papa menciona a menudo al diablo y fustiga el "pensamiento único" ateo y libertino. Pero, como bien señaló Sandro Magister, vaticanista de la revista italiana L"Espresso, "es muy hábil evitando que sus denuncias se crucen explícitamente con las leyes, los actos de gobierno, las sentencias judiciales, los hechos de crónica, las campañas de opinión que, diariamente, en muchos países, confirman el avance precisamente de ese "pensamiento único" que él detesta. Y esto basta para que se le permita benévolamente hacer todo, siempre que quede en la abstracción".

Esta suerte de juego pendular, tan parecido al vaivén ideológico del peronismo al que, se asegura, Bergoglio habría sido afecto en su juventud, se desarrolla en los medios de comunicación y crea enormes -y peligrosas- expectativas de cambio en un mundo secularizado que ya no comprende los dogmas de fe y sólo busca someter a la Iglesia a sus propios criterios terrenales.

La estrategia, si es que de estrategia se trata, corre el riesgo, además, de sembrar la confusión entre los fieles, educados desde el catecismo para acudir al Vicario de Cristo en busca de enseñanzas inequívocas y sujetas al magisterio tradicional de la Iglesia.

En este panorama ambivalente una cosa, al menos, queda clara, y es que las dudas podrían empezar a disiparse a partir de octubre próximo cuando delibere el Sínodo de Obispos convocado para tratar los grandes cambios que afectan a la familia en el mundo actual.

Un tema central del debate será el de la comunión de los divorciados casados en segundas nupcias, antigua demanda del mundo secular que ahora los medios juzgan segura a partir de ciertos gestos, como el reciente llamado telefónico papal. De ahí que no sea difícil vaticinar que con el correr de los meses, la presión de la opinión publicada se haga insostenible en favor de una resolución positiva, fenómeno que de por sí tornará anómalo el contexto mismo en el que la Iglesia habrá de deliberar.

Pero hay observadores como Magister que invitan a no apresurarse y apuestan a otra sorpresa del enigmático Bergoglio. "Porque de este Papa "que viene del fin del mundo" -escribió- nos podemos ciertamente esperar de todo, también que sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar tome al final una decisión "contra la mayoría": es decir, una decisión que reconfirme de manera intacta la doctrina del matrimonio indisoluble, aunque esté dulcificada por la misericordia de los pastores de almas ante situaciones concretas". Que así sea.