Siete dí­as de política

La economía actual debe ser comparada con 2013 no con 2002

Para justificarse el gobierno contrasta los ­índices económicos de hoy con los de hace más de una década. Pero el parate ya no puede ser ocultado y tendrá un costo político inevitable.

Los í­ndices económicos están empezando a reflejar el ajuste ortodoxo aplicado por el gobierno para frenar la pérdida de reservas. La devaluación, la restricción monetaria y alza de tasas muy por arriba del dólar están empezando a estragar al “modelo”, lo que sin duda tendrá consecuencias pol­íticas. Como la tendencia al estancamiento no parece fácil de revertir, si el proceso se mantiene en la segunda mitad del año la capacidad del kirchnerismo para digitar candidaturas se resentirá.

Las consecuencias polí­ticas del ajuste serán directamente proporcionales al deterioro social que cause el desempleo. En marzo la actividad industrial cayó el 6% y el nivel de empleo bajó por primera vez desde la crisis de 2009. Si se compara la cantidad de trabajadores industriales del primer trimestre de este año con el del primero de 2013, la ca­da es del 1,2%. En la construcción la ca­ída fue del 1,9%. En el comercio la oficialista CAME registró una caí­da de ventas minoristas superior al 7% en marzo. También hubo ca­ída en enero y febrero.

Todo confluye: también aumentó la capacidad instalada ociosa. En marzo ascendió a casi el 68%, en niveles similares a 2003. Para ver una parálisis como la que hoy registra el sector automotor hay que remontarse al 2009.

Esta tendencia negativa podr­á acentuarse por al menos tres razones. La primera es la falta de confianza. La expectativa es decisiva para inversores y consumidores. Informes de consultoras privadas prevén que las empresas reducirán las dotaciones de empleados o no la aumentarán. La caí­da del consumo -principal motor del `modelo' junto con la soja- ha llevado a los vendedores de electrodomésticos a restablecer el pago en cuotas, pero sin resultados.

Los empresarios, por su parte, ya no esperan nada de la actual gestión con la que les queda muy poco por negociar. No habrá, por lo tanto, inversiones significativas. Las crí­ticas de la UIA a Axel Kicillof son sugestivas. El empresariado subsidiado y protegido que hac­ía cola para aplaudir a la presidenta ahora entrega a la prensa opositora “papers” cuestionadores y se anota en el massismo.

Segunda razón del parate es la baja capacidad de gestión. Un pilar del modelo era el armado de automóviles. El patentamiento de automotores nuevos en abril cayó el 37%, si se lo mide contra abril de 2013. Las exportaciones a Brasil tampoco funcionan como se esperaba. Kicillof viajó el martes para llegar a un entendimiento, pero el encuentro con su par brasileño terminó en un fracaso.

Pero la razón más determinante del mal pronóstico son las condiciones objetivas de la economí­a. Hubo malas decisiones, pero no son nuevas. En materia de automóviles, por ejemplo, cuando el dólar estaba subvaluado aumentaron las ventas de autos de lujo, porque el gobierno las subsidiaba mediante el atraso cambiario.

Cuando todav­ía meditaba si se tragar­ía sus propias palabras y devaluar­ía el peso, a Kicillof se le ocurrió aplicarles un feroz impuestazo que mató al sector. Consiguió frenar la pérdida de dólares por esa v­ía, pero después devaluó sin corregir el desfase con lo que el sector quedó en el peor de los mundos. Sufre la recesión y al mismo tiempo una presión tributaria desproporcionada. Y no hay que olvidar que ese era el sector `privilegiado' del modelo que terminó convirtiendo en un infierno de tránsito en calles y autopistas.

Tampoco la falta de reactivación puede ser desligada del agotamiento del modelo que liquidó alegremente todas sus reservas con el aplauso de más de la mitad del electorado. Liquidó las reservas energéticas, con tarifas subsidiadas que llevaron a la crisis actual. Las de dólares, con un atraso cambiario que volatilizó reservas del BCRA. Las de ahorro, con el saqueo a las AFJP primero y a los fondos del Anses, después.

El consumo artificial da al principio buenos resultados electorales, que a la larga se vuelven inevitablemente malos. El despilfarro terminó consumiendo los dólares de la soja. Y sin dólares, la econom­ía argentina no funciona. No se trata de una `batalla cultural'; nadie puede comprar insumos para la industria en el exterior con `cedines'. Pero ya es tarde para lágrimas. Todo indica que inflación, tarifazos, recesión y desempleo jugarán en contra del gobierno en el proceso electoral que se viene.