Otra teoría sobre el diablo

Se desautoriza a la tradición que lo presenta como un adversario de Dios. Henry Angsar Kelly asegura en su libro "Pobre diablo. Una biografía de Satanás" que el también llamado Lucifer no es un oponente sino algo así como un "funcionario divino" injustamente tergiversado, capaz de poner a prueba la virtud humana.

El medievalista norteamericano Henry Angsar Kelly, culmina con "Pobre diablo. Una biografía de Satanás" (Maledicta), cuarenta años de investigación sobre esta temática con un trabajo en el que desmitifica la larga tradición cristiana que difundió la idea del diablo como oponente de Dios para presentarlo en cambio como un "funcionario divino" injustamente tergiversado. 

Los textos cristianos identifican a Satanás (el príncipe de las tinieblas) con Lucifer, un ángel que por orgullo se rebela contra Dios y, ya caído en desgracia, instiga el pecado más fecundo y persistente de la historia, una estampa que según el historiador no tiene rigor bíblico sino que fue fabricada por los patriarcas de la Iglesia Católica para atemorizar a los fieles.

¿La administración de Dios? Así llama Kelly a la alta jerarquía celestial, en la que Satanás juega un papel difícil, equiparable con el de Judas cerca de Cristo: le toca poner a prueba la virtud humana, como aparece en el libro de Job.

DESDE EL ORIGEN

Filólogo e historiador, el investigador asegura que para rastrear el origen de esta figura mítica hay que remontarse al Nuevo Testamento, donde irrumpe como es una suerte de "burócrata" similar al descrito en el Libro de Job, encargado de la vigilancia del género humano, aunque se trata de un administrador tan embustero que Jesús anuncia su pronta destitución.

El autor esboza el devenir de la fábula y sus consecuencias sobre la civilización, que traduce en una culpa heredada de padres a hijos, la tentadora presencia de un demonio vitalicio y el eterno castigo de los réprobos en las llamas del infierno.

Kelly está convencido de que ésta es la postal canónica que la Iglesia quiere promover, por eso insta a recuperar la "biografía original" del funcionario siempre a punto de ser cesado en los despachos de la Divina Providencia.

Más que el arquetipo del mal, el diablo es apenas un alto burócrata celeste: no es ni enemigo de Dios ni se llamó Lucifer y ni siquiera fue él quien indujo a pecar a Eva y Adán, según traza en su obra Kelly, que ejerce como catedrático en la Universidad de California, siendo un especialista en Cultura Medieval y Renacentista.

LECTURA BIBLICA

"Una lectura estricta de la Biblia muestra que Satán es menos como Darth Vader y más y más como un fiscal excesivamente celoso", sostiene Kelly. No es tanto una figura orgullosa y enfurecida que se aleja de Dios, como un Joseph McCarthy o J. Edgar Hoover.

"La intención básica de Satán es descubrir malhechuras y traiciones, por estrictos y poco escrupulosos que sean los medios. Pero así y todo es parte de la administración de Dios", agrega el investigador.

Y apunta que nada de esto está en la Biblia: "Nadie en el Antiguo Testamento -y a decir verdad, tampoco en el Nuevo Testamento- identifica jamás a la serpiente del Edén con Satanás. La serpiente es sólo el animal más inteligente, y es motivada por la envidia después de que Adán la plantó por Eva".

Para Kelly, Satanás fue transformado en sinónimo del mal merced a la acción del cristiano Justino de Samaria, mártir del siglo II que fue el primero en argumentar que el diablo se apareció como serpiente para tentar a Eva y Adán, y que al disparar la caída de ellos orquestó su propio derrumbe.

Posteriormente, en el siglo III, el teólogo y exégeta Orígenes de Alejandría concluyó que un pasaje del libro de Isaías sólo podía aludir a Satanás, ya que se dice que Lucifer cayó del cielo, aunque según el historiador esto no puede aludir a Satanás, pues en los textos hebreos se llamaba Lucifer al monarca tiránico de Babilonia.

EL MAL EXISTE

Kelly argumenta que en general los textos bíblicos retratan a Satanás es algo así como el policía malo, que acicatea a los delincuentes amenazándolos con el infierno, mientras que el policía bueno -Jehová en el Antiguo Testamento, Cristo en el Nuevo Testamento- busca llevarlos al bien.

El autor sostiene que religiones como el hinduismo y el budismo también tienen criaturas del mal: en el caso de los hindúes se llaman Asuras, las mismas criaturas infernales que los budistas llaman Naraka. Sin embargo, estas creaciones no tienen un papel tan centralizado como el del diablo en la mitología cristiana.

El Islam también tiene un Satanás, llamado Iblis, que como el diablo es un ángel caído pero la diferencia es su tarea: el tacto de los recién nacidos desde el alumbramiento hasta la edad adulta se puede escoger entre el bien y el mal.

"A lo largo de todo, Satanás es alguien que trabaja para Dios", y más adelante en su obra Kelly admite que por sólidos que sean sus argumentos, "lo que digo escandalizará a algunas personas".  No se equivoca.