Crítica: en ‘Días de pesca’, Carlos Sorín emociona con la historia de un padre y una hija

Los afectos pueden reverdecer

‘Días de pesca’. Argentina, 2012. Dirección y guión: Carlos Sorín. Fotografía: Julián Apezteguía. Música: Nicolás Sorín. Actores: Alejandro Awada, Victoria Almeida, Oscar Ayala, Deigo Caballero, Santiago Sorín, Daniel Keller y Martín Galíndez. Presenta: Fox. Duración: 80 minutos. Calificación: Para todo público.

Carlos Sorín es un director que tiene la cualidad de saber transmitir lo más intrascendente que pueda pasarle al hombre común. Su cine es de emociones pequeñas, de sentimientos intensos, que posibilitan una inmediata comunicación con el espectador.

CAZAR TIBURONES

Para contar la historia de Marco (Alejandro Awada), Sorín, igual que en ‘Historias mínimas’, vuelve a la Patagonia. Esta vez es Puerto Deseado, Santa Cruz, a donde llega desde Buenos Aires ese viajante de comercio, que es Marco, un alcohólico en recuperación. 

Quizás agobiado por su trabajo y su adicción, Marco hace varios años que no sabe nada de su hija Ana (Victoria Almeida), que vive, precisamente en Puerto Deseado y va a su encuentro, como intentando reconciliarse no solo con ella, sino también para saldar cuentas con el pasado.

Marco, por consejo de su médico, se inventa un hobby: pescar tiburones. Aunque nada sabe de las temidas criaturas océanicas, pero eso no importa, porque es sólo una excusa para el viaje. El viaje de Marco tiene algo de
‘road-movie’ épica, pero no lo es, porque lo suyo no es un traslado para ganar una ‘batalla’, o tal vez sí, porque quiere cerciorarse que él, como padre, a pesar de no haberse interesado por su hija durante años, del espacio que ocupa en los sentimientos de la joven que algunos años atrás lo hizo abuelo.

Por eso cuando Ana le pasa a sus brazos al pequeño Gianni (Santiago Sorín) y le dice ‘hacete amigo’, de algún modo está perdonando a ese hombre, que sólo él sabe por qué un día se dio cuenta que era un adicto al alcohol.

EL SILENCIO

En ‘Días de pesca’, Sorín además de sus protagonistas, aporta el color local de la gente de la Patagonia, que en su mayoría hace de ella misma. En este filme hay dos personajes claves. Uno de ellos es un entrenador de boxeo, Oscar Ayala, que es manager de una boxeadora; el otro es Daniel Keller, quien se dedica a organizar excursiones para cazar tiburones. 

Con este marco de fondo, Sorín va elaborando una trama en la que la inmensidad de los paisajes, contrasta simétricamente con el silencio de los personajes, con sus miradas, sus gestos, sus palabras, sólo las necesarias, para guiar al espectador, por una historia que no por conocida, deja de asombrar y emocionar.

Alejandro Awada, excelente, como Marco, es el centro de un argumento que contiene una amplia gama de sentimientos que apuestan a una emoción esencial, la de la recuperación de los afectos esenciales. Victoria Almeida (Ana), vuelve a demostrar una vez más su exquisito caudal interpretativo, mientras que el pequeño Santiago Sorín (nieto del director), es un derroche de simpatía y sonrisas.

La luminosidad de la fotografía, contrasta bien los momentos grises del protagonista, un hombre que intenta redimirse y rearmar su vida.

Calificación: Muy buena