Las trampas del poder

Aunque la capacidad de mando o ejecución que ostentan determinadas personas -en sí- no es buena ni mala, a algunas puede enfermarlas. Los especialistas analizan, desde un punto de vista psicológico, los factores que inciden a la hora de establecer un vínculo con el poder y el riesgo de que se convierta en una adicción.

Al igual que un oasis en el medio del desierto, el poder puede presentarse para algunas personas como una ilusión de omnipotencia que ofrece alivio y protección. Otras comprenden que es sólo un rol transitorio. Pero existen numerosas maneras de vincularse con el poder, ya sea a nivel político, económico, organizacional o familiar. El poder puede, incluso, convertirse en una adicción.

Así lo confirmó en diálogo con La Prensa el licenciado en Psicología Modesto Alonso. "Cualquier actividad -no sólo una sustancia- puede transformarse en adictiva; depende de las satisfacciones reales o fantaseadas que proporcione, de las ansiedades en juego y de la personalidad y el contexto de quien la realiza", advirtió el experto, para luego añadir: "Desde un punto de vista psicológico, como somos mortales y vulnerables, la ilusión de omnipotencia, consciente o no, está muy presente en nosotros, como un modo de buscar sentirnos protegidos. Tener poder de cualquier tipo, o creer tenerlo, puede llevar a una persona o a un grupo a mantener una relación de dependencia adictiva con él. Como si así se salvara, por ejemplo, de sus fantasmas internos, se aliviara de sus historias hirientes o se vengara de sus afrentas sociales o de sus complejos infantiles".

Según el especialista, cuando se habla del poder es habitual referirse al poder formal político de un país, pero las variantes del vínculo con distintas formas de poder y de la autoridad, se observan también en responsables de diversos grupos y organizaciones ya sean productivas, educativas, religiosas, deportivas, científicas, culturales y otras.

"Incluso en escala menor, podemos ver en una pareja o en una familia cómo se maneja el poder con sus cualidades de salvar o destruir, generar o neutralizar, superar o deteriorar el vínculo, y en función de las mejores aptitudes o las más patológicas actitudes de cada uno, lo que a su vez admite muchos análisis desde la perspectiva de género", añadió Alonso.

En opinión del psicólogo, la problemática del poder es muy compleja -y con fuertes raíces en lo personal, sociocultural y político-, por lo que se debe evitar un enfoque reduccionista. "Hay innumerables acepciones, formas y actividades de poder -señaló-. Tener poder, en cualquiera de sus versiones y sus combinatorias, puede traer satisfacciones vinculadas con la posibilidad de ejercer responsabilidades en beneficio propio y de los demás, o puede llegar a ser un modo de canalizar las tendencias más patológicas de la destructividad, la voracidad, la egolatría".

"Como el poder es un vínculo entre quien lo posee y aquéllos sobre quienes lo ejerce, hay múltiples variantes de potenciación de las mejores o las peores formas", aclaró.

PERFILES

En cuanto a si las personas poderosas comparten ciertos patrones psicológicos similares, al ser consultado por La Prensa, el médico psiquiatra y psicoanalista Harry Campos Cervera afirmó: "Las personas poderosas tienen en general una autoestima bastante alta y una capacidad de construirse como modelo ideal para otros".

"Esto tiene que ver con cómo se construyó al comienzo de la infancia la estructura edípica y, después, cómo se jugaron las cartas de su experiencia vital -se explayó Campos Cervera-. Por ejemplo, la madre de Napoleón le dijo `Si vistes uniforme, serás general. Si vistes sotana, serás cardenal'. Esto muestra que Napoléon tenía una madre que le `inflaba el ego', le hacía sentir que era una persona que iba a tener éxito en cualquier circunstancia".

Pero según el médico psiquiatra y psicoanalista, otras personas construyen poder a partir de la `negatividad', "para tratar de recomponer una carencia", por ejemplo, cuando no se sienten queridos.

Estos serían algunos de los caminos que pueden conducir al poder. Una vez que se llega a ese destino, el tipo de vínculo que se establece con él va a depender de otra serie de factores.

"Normalmente el ejercicio de poder es un ejercicio de roles de los cuales uno entra o sale; una cosa es sentir que uno está en el rol del poder y otra cosa es creer que es el poder", subrayó Campos Cervera, quien consideró que esa relación persona-poder está sujeta a"los rasgos de cada uno, las experiencias vitales, el grado de narcisismo" y también el contexto en el que se mueve.

"Muchos quedan enceguecidos porque personas muy cercanas a ellos los van "enalteciendo" y se van aislando de la realidad", apuntó.

Por su parte, Alonso argumentó: "La expectativa de perder el poder puede ser grata y aliviar o angustiar en forma torturante, en función de lo que la pérdida de poder signifique y provoque. De allí que la patología asociada puede llevar a alguien o a un grupo, a aferrarse al poder a cualquier costo o a soltarlo del peor modo. Depende de cuál es el `después' que se configura en el horizonte de futuro y los recursos personales disponibles".

"Lo mismo con el acceso al poder: en general, lograr ganar es más fácil de aceptar que perder, dependerá si el poder ganado fue buscado, cómo fue logrado, a qué condiciones se accede, con qué intenciones, con qué recursos y cuál es el panorama real con el que se encuentra la persona", agregó el psicólogo.

PELIGROS

El poder devenido en adicción es peligroso. Según precisó Alonso, "como en cualquier patología, si no sobrevienen eventos de vida o cambios de actitudes por diversos motivos, se puede producir una cronificación y a veces un agravamiento del problema, en una espiral que puede ser destructiva, para los demás, para sí mismo, o para ambos".

"No se puede esquematizar, pero en casos extremos de la historia de la humanidad se observan distintas formas de relación entre la adicción al poder y patologías psicológicas -prosiguió-. Mientras alguien con un secreto sentimiento de inferioridad encontró en el poder el modo de compensarlo, alguien con tendencias melancólicas se mantuvo en el poder hasta la inmolación, mientras que en otro los componentes psicopáticos lo llevaron a mantener sádicamente la posibilidad de manipular a los demás en su propio beneficio, o un paranoico tuvo la certeza total sobre la supuesta verdad de su proyecto y la necesidad de arrasar con la parte del mundo que se opusiera a que él lo imponga, y así el histrionismo extremo, delirios varios, sadismo sin límites, y otros trastornos graves han marcado la historia".

En concordancia, Campos Cervera manifestó: "Cuando los poderosos son muy narcisistas creen que solamente ellos pueden suscitar todo el poder. Entonces hay casos como los de Hugo Chavez, que está gobernando enfermo desde Cuba, cuando tendría que estar tranquilo y olvidarse de gobernar; o Fidel Castro, que cuando se operó lo hizo sin anestesia porque tenía que tomar decisiones importantes de Estado. Esto demuestra que hay una hipertrofia de lo que se creen".

Para este experto, cuando un líder empieza a pensar que es insustituible, es el comienzo del fin. "Porque está encarnando un lugar que humanamente es difícil y porque eso mismo a la larga es lo que va a generarle una distancia de la base", alertó.

¿TIENE CURA?

Al parecer, la adicción al poder tiene cura. Pero -del mismo modo que ocurre con otra clase de adicciones- el primer paso hacia un tratamiento exitoso es que la persona con una relación patológica con el poder lo perciba así y que esté interesada en cambiar.

"La psicoterapia en sus diversas formas, es un modo de considerar y respetar la singularidad de una persona en conflicto con el poder y organizar un modo específico de ayudarla, con su consentimiento y su participación activa", aseguró Alonso.

"En esa tarea, rastreamos los orígenes de su motivación por el poder, el tipo de vínculo actual que con él mantiene, la proyección de futuro de sus acciones, la relación con distintos aspectos de su personalidad, lo cual puede llevar no a perder poder, sino quizás a mejorar su eficacia de aplicación y su relación con los valores en juego", detalló.

También hay alternativas para prevenir que el poder cause adicción. Para Campos Cervera, la clave puede resumirse en dos frases populares: `No te la creas' y `Todo pasa'. "Son las dos cosas que te devuelven la humildad que es necesaria tener para poder perdurar y no sufrir ninguna lesión, porque los errores se pagan con el cuerpo", remarcó.

En tanto, Alonso sostuvo: "Todo lo que apunte a sostener calidad institucional, reglas claras, leyes que se apliquen, sistemas de valores, sanciones sociales que garanticen estimular la buena gestión y castigar la mala y la formación de líderes jóvenes en esas líneas, puede contribuir".

"Esto se debe acompañar con acciones concretas en una dimensión social y organizacional que permitan desalentar la adicción al poder en sus distintas formas y ámbitos, y alentar las mejores formas de su ejercicio, con las mejores recompensas", sintetizó, para luego concluir:

"Quizás es una tarea que no sólo es una meta en sí misma, sino que puede inscribirse dentro de políticas más amplias orientadas a toda la comunidad, en función de la eficacia, la ética y aún la estética del poder".