Lo que vendrá

CFK y el cambio oculto

Cristina, con la economía proclive a la acentuada expansión del consumo, y con el añadido de una anunciada defección opositora, no es ilógico que haya concitado un mar de adhesiones en octubre. Prometió continuidad y profundización del modelo, postergando cualquier necesidad de cambio. Hubo quienes señalaron que la fiesta no podía dejar de exhibir sus límites, más temprano que tarde. ¿Enemigos y/o ‘pájaros de mal agüero’?

Desde el inicio de su nuevo mandato –además de la reciente catástrofe ferroviaria- llegaron las malas nuevas para los K. Según el poder, son sólo el resultado de ‘malos vientos externos’. ¿Sólo eso?

Fue necesario encubrir un ajuste inevitable bajo la eufemística expresión de ‘sintonía fina’ representada por el inicio de un proceso rectificatorio en materia de subsidios –transportes, energía y otras adiposidades- transparentando, si no la inflación, al menos la necesidad de aliviar al Tesoro y morigerar la puja salarial.

También se dieron algunos amargos pasos represivos en relación con los sectores sindicales del agro y de los servicios públicos. En cuanto a la megaminería y al ambientalismo, se dejó correr cierto control de inteligencia cercando también a núcleos sindicales díscolos.

Pero lo tal vez más dramático para el oficialismo es que se dejó parcialmente de lado la idea de no criminalización de las protestas y se sancionó una ley antiterrorista cuestionada hasta por algunos de sus seguidores, con Moyano y Hugo Yasky, por motivos diferentes, acompañando de hecho ciertos ‘no’ al PEN.

Abal Medina, ahora, acaba de acompañar a la presidenta en sus diatribas respecto de los docentes –público proclive a los K- a los que acusa de ‘extorsionadores’. También podrían estar molestos quienes creían inminente una nueva ley de entidades financieras por encima de la apertura hacia el pago, por parte del Ejecutivo, de los compromisos de la deuda con fondos de las reservas del BCRA.

¿Será algo así como el umbral de la desnaturalización del discurso post 2003?

En el acotado pero cercano entorno cristinista saben de qué se trata. A tal punto esto es así que no parece casual que las más caracterizadas usinas de difusión de su pensamiento –los diarios Página 12 y Tiempo Argentino- acaban de confluir con el intelectual de Carta Abierta, Ricardo Forster, en un virtual reconocimiento del ‘cambio de piel’ de los K en las presentes circunstancias.

El filósofo, al explicar la tragedia ferroviaria reciente, sostuvo que “la previsibilidad se entrama con el azar” y que hay “variabilidades imprevistas de humores sociales” e –igualmente-da por cierto que “la ingeniería de los expertos suele chocarse con la resistencia, inesperada, de los ‘materiales’ a los que se tiene que amoldar un plan trazado de antemano”. Las citadas expresiones periodísticas hablaron, a su vez. casi simultáneamente, de la necesidad de “cambiar para no perder el rumbo”, algo que ellos quisieran exhibir como “inalterando”, pero admitiendo ya la necesidad imperiosa de correcciones nítidas. Cristina, ¿dejó en otras manos la obligatoriedad moral de la autocrítica? ¿O se trata de que haya cambio, pero que no se note tanto?

Tal vez haya querido explicar tanto el hecho de ensalzar a quienes fueron autores del retroceso en cuanto al autoabastecimiento petrolífero en los sesenta, criticando, a modo de contraste, a don Arturo Frondizi, a quien su marido levantó más de una vez, reconociendo su papel de hombre de progreso en defensa del interés nacional de aquellos tiempos, sólo de modo inconsciente. Puede haber sido esto tributario de cierta ofuscación momentánea, frente a infortunios que duelen. Si sus rectificaciones concluyen convertidas en hechos palpables, y no meros discursos ‘bonitos’, habrá, sí, “beneficios para todos”. Eso sí: esto requiere convicción real.