Crítica: "Un año más", un sabio y humano mensaje del inglés Mike Leigh

El amor puede ser solidario

Ficha técnica:
"Un año más" (Another year). Inglaterra, 2010. Dirección y guión: Mike Leigh. Fotografía: Dick Pope. Música: Gary Yershon. Actores: Jim Broadbent, Lesley Manvillle y Ruth Sheen. Presenta: DCA. Duración: 128 minutos. Calificación: Para mayores de 13 años.

La nueva película de Mike Leigh, el gran realizador de "Secretos y mentiras", "Topsy Turvy" y tantos filmes que revalorizan la condición de individuo, habla de la amistad y cómo pueden formarse pequeños focos de solidaridad que ayuden a vivir.

El comienzo plantea en pocas imágenes y palabras la confesión de una vida poco feliz ante una terapeuta que la escucha con atención. La "escuchante" es Gerry, una mujer de, calculamos, más de cincuenta que luego identificaremos haciendo atención, en la huerta con su marido, el bueno de Tom, geólogo de profesión.

A pesar de los nombres que recuerdan eufónicamente al célebre gato y su enemigo, el pícaro ratón, la pareja se lleva muy bien y conviven hace muchos años en las afueras de Londres. Son gente tranquila, de buena posición dentro de una clase media trabajadora y tienen pocos pero buenos amigos.

CUATRO ESTACIONES

A lo largo de cuatro estaciones, en los que está dividida la película, conoceremos a su gente.

Ahí está Mary, secretaria en el trabajo de Gerri, todavía joven, resentida por una pareja que la abandonó y con la necesidad de apoyarse en alguien que tolere sus contradicciones y su afición al alcohol. Después vendrán Ken, amigo de Tom, tan gordo, tan fumador, tan adicto a cualquier bebida espirituosa, el joven abogado Joe, hijo de la pareja, muy tranquilo pasado los treinta y aparentemente sin apuro para forma familia y al final Ronnie, el solitario hermano de Tom, tan distinto a él, tan incapaz de manejar una vida como Tom de organizarla.

POCAS PALABRAS

Especialista en relaciones humanas, Mike Leigh pinta una radiografía casi ideal de lo que puede hacer el hombre por el hombre. Con pocas palabras, sólo las justas y profundos primeros planos, muestra esta pareja convertida en algo así como una constelación benéfica alrededor de la cual giran satélites en problemas. No son gente rica, ni llamativa, ni que particularmente se caractericen por virtudes mágicas.

Tan solo son capaces de escuchar y de sentir, no de juzgar ni criticar demasiado y tienen el don de la tolerancia y la mediación. Los imaginamos antiguos hippies y los vemos criticar un mundo tan material y poco ecologista, mientras pican y cavan la pequeña parcela que les tocó en la vida.

Con austeridad, casi una ópera de cámara en escena, esta pareja es tan capaz de poner los puntos sobre las íes cuando ve la familia amenazada por alguno de sus "pupilos", como de ofrecer asilo al amigo descarriado y sufriente. Pocos planos, contados toques musicales, una discreción y un respeto que puede molestar a los inquietos.

Es muy valioso el mensaje siempre humanista de este gran director, que se rodea de sus actores de siempre sin rostros destacables ni figuras estilizadas, pero impecables en sus interpretaciones. Entre tan buenos actores, inolvidable la Maria de Lesley Manville y su patético rostro, sola en el final, en medio de los demás, los incomparables y la imagen del hermano, Ronnie (David Bradley), luego del funeral. Pocas veces el desamparo tiene caras tan expresivas como la de estos intérpretes. Un filme para reflexionar.

Calificación: Muy buena