Lujo del Bicentenario

El Teatro Colón, de ayer a hoy, en la víspera. Mañana la gran sala volverá a colmarse de público tras cuatro años de estar cerrada por trabajos de restauración. En el programa de la función que anticipará los festejos del 25 de Mayo habrá fragmentos de "La Bohme" y "El lago de los cisnes".

Inaugurado en 1908, como continuador de una asentada tradición argentina en materia de teatro lírico, nuestro primer coliseo fue por décadas uno de los altos emblemas del país, hasta que en los últimos tiempos se produjo su inexplicable cierre, al que mañana se pondrá fin.

Las primeras representaciones de ópera en Buenos Aires tuvieron lugar en noviembre del mismísimo año 1810, en el Coliseo Provisional ("I Due Rivali", de Luigi Caruso), con asistencia de Cornelio Saavedra y participación de la "troupe" italiana encabezada por el tenor Pietro Angelelli y la soprano Carolina Griffoni (uno de sus directores de orquesta fue Blas Parera).

Algo más tarde, el madrileño Mariano Pablo Rosquellas, figura célebre para nuestro mundo musical de aquellos tiempos, armó una compañía que además de abordar el repertorio rossiniano ("La Ceneréntola", "Otello"), estrenó nada menos que "El barbero de Sevilla", en 1825 y "Don Giovanni", de Mozart, en 1827. Angela Tanni (para sus admiradores porteños, simplemente "Angelita"), sus hermanos y el bajo Miguel Vaccani fueron también protagonistas de aquellas veladas de fuerte impacto en la gran aldea, a las que concurrían Bernardino Rivadavia, Alvear y el almirante Brown, y en las que en conexión con los sucesos épicos del día, solía ejecutarse el Himno Nacional.

Años después, en 1848 se ofreció en el teatro de la Victoria (la sala federal por excelencia) "Lucia de Lammermoor" (Nina Barbieri, Pablo Sentati) y en 1849 "L"Elisir d"Amore", "Lucrezia Borgia" y "Linda de Chamonix" (todas de Donizetti), "Ernani", de Verdi, "Beatrice di Tenda" y "Norma", de Bellini (en 1845, con la presencia de Manuelita de Rozas, se había escuchado el oratorio "La creación", de Haydn).

Incrementado enormemente este gran movimiento artístico entre 1852 y 1855 (se estrenaron más de treinta óperas), la ciudad necesitaba disponer de un gran recinto para el cultivo del género. Carlos Enrique Pellegrini encabezó entonces una sociedad que se encargó de la construcción del teatro Colón, emplazado en el predio que actualmente ocupa el Banco de la Nación, frente a la plaza de Mayo.

EL VIEJO Y EL NUEVO

La sala a la que Estanislao del Campo alude de manera tan divertida en "Fausto" fue inaugurada en abril de 1856 ("La traviata", con Tamberlick), tuvo temporadas espléndidas, y extendió sus actividades hasta 1887 (funcionaron al mismo tiempo el "Politeama" y el "Opera", con Gayarre, Tamagno, la Patti, lo que convirtió a nuestra metrópolis, ya en ese entonces, en un importante centro lírico internacional). Fue en aquel momento cuando un sector significativo de la colectividad italiana, con el apoyo del municipio local, armó en 1892 un proyecto para construir otro teatro de ópera, en reemplazo del que había desaparecido.

Decidida su ubicación en el solar del antiguo Parque de Artillería, y también su nombre (el mismo que el anterior) y sus características, el plan estuvo a cargo sucesivamente de los arquitectos Francisco Tamburini, Víctor Meano (italianos) y Julio Dormal (belga). El nuevo edificio se abrió finalmente al público el 25 de Mayo de 1908, con la representación de "Aída" (Lucia Crestani, Amedeo Bassi, Luigi Mancinelli). Era el gran escenario que el país de ese entonces (uno de los cinco más importantes del mundo) sin duda merecía.

AÑOS GLORIOSOS

A lo largo de una trayectoria dilatada, el coliseo de la calle Libertad conoció épocas por cierto doradas. Por su tinglado pasaron los más grandes cantantes, maestros, orquestas, bailarines, coreógrafos y solistas instrumentales de todos los tiempos. Omitimos sus nombres, ya que se trataría desde ya de una nómina de extensión desmesurada; sólo basta señalar que el caso de aquellos artistas de alto relieve del último siglo que no estuvieron en el Colón (Jussi Bjorling), configura una llamativa excepción, que refuerza la regla.

Ese recorrido estelar de nuestro máximo coliseo (a partir de 1930 se crearon los cuerpos estables) se mantuvo casi de manera permanente, prolongado en el tiempo. Más de un título se ofreció escasos meses después de su primera presentación mundial, ilustres compositores ocuparon el podio (Richard Strauss, Saint-Saens, Mascagni, Hindemith, Casals, Falla, Strawinsky, Honegger, Khachaturian, Respighi), y a favor de excelentes directores generales (Walter Mocchi, Faustino Da Rosa, Octavio Scotto en los años de concesión, Cirilo Grassi Díaz, Juan P. Montero, Enzo Valenti Ferro), se plasmaron ciclos magníficos, en los que diversos títulos se representaron en el nivel más encumbrado que se podía lograr en el plano universal.

VICISITUDES Y DECADENCIA

En pocas cosas la Argentina mantenía todavía, hasta hace poco tiempo, un lugar de primera figuración a nivel planetario. Pero de esto en general hemos descendido, en una especie de carrera autoagresiva, que nos lleva al destrozo de institutos cuyo pináculo, en más de un supuesto, fue resultado de la inteligencia y el esfuerzo de las generaciones que nos precedieron.

Fue éste también, si se quiere, el caso del teatro Colón. Declarado Monumento Histórico Nacional por el Gobierno Argentino (decreto 1259/89), genuina divisa del arte y la cultura argentinos en todo el globo, se lo cerró primero para los espectáculos operísticos a fines de 1987 (Facundo Suárez Lastra), con el pretexto de trabajos en el palco escénico (en realidad: fue para ahorrarse los dolores de cabeza que su funcionamiento le traía a la Intendencia); se lo rehabilitó en julio de 1989, con motivo del cambio de autoridades políticas de ese momento, revivió luego, a favor de una paridad cambiaria altamente beneficiosa, hasta que superada la convertibilidad, volvió a ser clausurado el 28 de octubre de 2006 (Jorge Telerman), con la excusa del desarrollo de un "Plan Maestro" (Aníbal Ibarra).

Lo primero que cabe señalar es que el cierre de la sala resultó innecesario. Con reducir su actividad al período que va de Mayo a Septiembre, podía disponerse cada año de siete meses completos para encarar los trabajos programados. Eso hubiera permitido contar en dos años con catorce meses libres (de octubre a abril), y en tres con veintiuno, lapso más que suficiente para cumplir las metas propuestas, sin cortar de raíz y por tiempo indeterminado la labor del recinto.

VALIOSAS PIEZAS

Con valiosas piezas de su biblioteca, museo e instrumentos de colección robados, su valioso archivo musical deteriorado, su personal, trajes y escenografías en parte dispersos, esta suerte de joya nacional, de tan alto prestigio universal, fue recibida por la actual administración de la Ciudad Autónoma (Mauricio Macri) con total desconocimiento de su problemática, lo que motivó una suerte de larguísimo "statu quo" respecto del estado en que se encontraban las obras (el cándido anuncio de una reapertura para el 25 de Mayo de 2008 terminó arrasado por la realidad). Finalmente y después de numerosas marchas y contramarchas, se decidió proseguirlas de acuerdo al recordado "Master Plan".

Como consecuencia de todo eso, el teatro volverá a estar en funcionamiento a partir de mañana, oportunidad en la que se realizará una función conmemorativa del Segundo Centenario de la Revolución de Mayo. El programa de esta función consistirá en una selección del tercer acto de "El lago de los cisnes", de Tchaikovski, con dirección musical de Javier Logioia y coreografía de Lidia Segni y una representación del segundo acto de la ópera "La Bohme" de Puccini, con dirección de Stefano Ranzani, régie de Hugo de Ana, con la actuación de la soprano Virginia Tola.

Ya en el concierto de preinauguración que se ofreció el 6 de este mes, se pudo observar que la sala luce más limpia, encerada y reluciente, sin advertirse cambios mayores. En cuanto a la acústica, el fragor orquestal de esa noche no constituyó precisamente la ocasión más apropiada para apreciarla.

Carlos Ernesto Ure